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jueves, 28 de abril de 2016

La presión del escritor


Según la RAE, la presión es la fuerza moral o influencia ejercida sobre una persona para condicionar su comportamiento. Todos vivimos bajo una presión constante, muchas veces tan arraigada en nosotros que convivimos con ella de forma natural, sin ser conscientes de que está ahí. Las leyes, la moralidad, las convenciones  sociales: todo influye en nosotros sin que podamos afirmar de forma vehemente si algo lo hacemos porque realmente queremos o porque los elementos que nos presionan nos llevan a ello.

Sin embargo no quiero hacer un ensayo filosofo-psicológico sobre el tema, sino hacer una reflexión (diría que breve, pero me estaría engañando a mí misma) sobre cómo nos afecta la presión a la hora de escribir (aunque también se puede extender a otros ámbitos, por supuesto) y cómo podemos usarla a nuestro favor y evitar que se ponga en nuestra contra.

Hace unos meses publiqué una entrada con algunos consejos sobre concursos literarios y sobre cómo podían hacer que dejáramos de procrastinar y comenzáramos a escribir. En uno de los apartados mencionaba la fecha límite como un punto para motivarnos y comenzar una rutina de escritura. Esta fecha es un punto que nos presiona a cambiar nuestros hábitos A todos nos ha pasado que hemos vivido felices hasta que nos hemos cerciorado de que teníamos un examen encima: justo entonces sentimos esa presión psicológica que nos empuja (a algunos) a dejarlo todo a un lado para estudiar. Esta fecha límite puede venir dada por un concurso, porque nuestro lector beta quiera leerla en un momento en particular porque no tendrá tiempo después, porque una editorial que nos interesa haya abierto recepción de manuscritos. Pero sobre todo es importante que aprendamos a ponernos nuestras fechas límite de manera que ejerza una presión real sobre nosotros. No vale con decir «intentaré tenerlo acabado para tal día y si no, tampoco le faltará mucho». Porque le faltará, creedme que le faltará. Y para eso hay que tener cierta fuerza de voluntad también (de la que algunos prácticamente carecemos). Por eso la presión puede jugar a nuestro favor.


Otro ejemplo de presión positiva: tu propia ambición. Ambición a la hora de contar tu historia. De hacer bien tu trabajo. De escribir lo mejor que sepas en ese momento. Si para ello te tienes que documentar durante meses, crear un mundo mastodóntico de la nada, corregir una y mil veces para que todo sea coherente, no haya erratas, no tengas pleonasmos ni errores estilísticos… si para ello tienes que estar años con una historia, lo harás. Tu cabecita no podría vivir habiéndole mandado a una editorial un manuscrito del que no estuvieras al menos un 90% orgulloso (vamos a dejarle un 10% de margen a la inseguridad del autor, aunque más de uno pensemos que ocupa más del 50%). Por supuesto, hay cosas que se te escaparán. Las personas no somos perfectas, por muy perfeccionistas que seamos (de ahí que los perfeccionistas nos volvamos locos). Pero sabrás que le dedicaste todo lo que pudiste y no fue una simple vomitera comercial para hacerte rico y famoso (escribir una vomitera comercial siendo famoso es fácil, la inversa creo que cuesta algo más).

El siguiente caso está muy relacionado con el anterior y se da cuando ya has publicado algo y ya tienes cierto número de lectores que quieren leer más cosas salidas de tu cabeza. Sean 50 o 5000, lo cierto es que sentirás una cierta responsabilidad para con ellos. El miedo a no decepcionarlos, de mejorar lo anterior. En el caso de una saga, de que la historia les siga emocionando y entusiasmando como la anterior y de corregir los errores que haya podido haber.

Pero cuidado, que este tipo de presión se puede volver en tu contra. No puedes dejar que las expectativas de los lectores guíen la historia. La historia (como el tiempo) es la que es. Puedes hacer ciertas concesiones, pero siempre que sean coherentes y vayan en consonancia con lo que estás tratando de transmitir. Entre otras cosas porque antes o después entrará en conflicto con tu ambición. Y una cosa es que en un futuro quieras cambiar algo porque has madurado y evolucionado como escritor y otra muy distinta que quieras hacerlo porque no escribiste lo que querías sino lo que tus lectores querían. Los lectores no saben lo que le conviene a una historia antes de ser escrita, porque no sabe por qué derroteros va a discurrir (quiero decir, todos habríamos deseado que Mufasa no muriese, pero entonces, ¿dónde estaría la historia?). Por supuesto, una vez esté escrita te dirán si les hubiera gustado más una cosa u otra, y estarán en todo su derecho. Sin embargo nunca olvides esto: no puedes gustarle a todos. No digo que omitas sus sugerencias y consejos (que en muchas ocasiones te ayudarán mucho a mejorar), pero también impón tu propio criterio si es necesario.

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La presión ejercida por los lectores también puede ser contraproducente si te sobrepasa. Si no sabes qué hacer con sus expectativas y todo lo que se te ocurre te parece poco. Te bloquearás y no sabrás qué hacer. El bloqueo es fatal cuando estás bajo presión: es un pez que se muerde la cola. Tienes que quitarte esa presión de encima. No la necesitas; no es buena. Relájate, cambia de proyecto, coméntalo con algún amigo que sepa lo que estás escribiendo (muchas veces contar por qué estás bloqueado hace que tu cerebro trabaje de otra manera y encuentres una solución mucho más rápido), seguro que él te ayudará a tener las cosas un poco más claras. Avanza y retrocede si es necesario, pero no te pares: la historia seguirá en el mismo punto hasta que decidas continuar y nunca te decidirás si sigues con miedo.

Hay otro tipo de presión que quizá no te detenga tanto en tu rutina pero que, como mínimo, te puede poner de mal humor: la insistencia. La insistencia de tus familiares, de tus amigos, de conocidos y no tan conocidos (también hay lectores así). «¿Para cuándo otro libro?», «¿Sigues con lo mismo?», «Hace mucho que no publicas nada», «¿Pues cuándo vas a terminarlo?», «Oye, al menos cuéntame de qué va», «¿Tanto llevas con eso? ¡Si se tiene que escribir en nada!». JA. En nada, dicen… Pues tardaré lo que tenga que tardar. QUEMEDEHE. Amigos, familiares, lectores: no necesitamos eso, de verdad (ni los escritores, ni los artistas, ni nadie que esté haciendo un trabajo sin tener ningún contrato que le marque una fecha límite). Ya nos encargamos nosotros de desesperarnos por no haber acabado lo que pensábamos que terminaríamos hace meses sin necesidad de que nadie nos lo recuerde.

Por último nombraré un tipo de presión que yo creo que no muchos tenemos en cuenta (menos quizá los graciosillos que les gusta putear a George R.R. Martin): morirnos antes de acabar nuestra gran obra. Para los que no tengan esta presión encima, felicidades: no la necesitáis. Para los que se lo hayan planteado alguna vez: tampoco la necesitáis, hay pocas probabilidades de que muráis antes de cierta edad si no tenéis enfermedades crónicas (incluso porque te duela habitualmente el dedo meñique del pie izquierdo lo más probable es que tardes mucho en morirte) o graves. También podéis tener fe en que vuestros descendientes encontrarán vuestros manuscritos, los mandarán a una editorial y os haréis famosos póstumamente, como los grandes (quien no se consuela es porque no quiere).

En definitiva: el escritor (y otros artistas, en general) juega con una serie de condicionantes a la hora de trabajar que le pueden influir. Lo que tiene que intentar es que esa influencia le sea siempre positiva, le ayude a establecer una rutina y mejorar, y deshacerse de las influencias negativas, pues no harán más que frenarlo, bloquearlo y muy posiblemente cogerle manía a la obra (lo que puede desembocar en una obra descuidada, y eso los lectores lo notan).

Como habéis visto, la presión que causa reacciones negativas suele venir del exterior, peor muchas veces el escritor se puede convertir en su propio enemigo si su propio perfeccionismo le supera o se agobia al ver que no va a cumplir una fecha en concreto. En caso de ser el perfeccionismo: relájate, tómate y un tiempo y coge aire. Agobiarte solo va a hacer que aborrezcas lo que estás haciendo, y eso no es bueno. Si es una fecha de un concurso: plantéate si cambiando tu rutina realmente puedes llegar o te será imposible. Si es lo segundo, asúmelo y relájate. Hay más concursos en el mundo y no merece la pena que te agobies porque eso seguramente hará que tu manuscrito pierda calidad y no tenga posibilidades. Si la fecha te la ha puesto la editorial: habla con ellos, seguro que pueden darte un tiempo más de margen. Pero procurad siempre no abrumaros, porque la productividad bajará en picado y puede acabar en un bloqueo que no os podéis permitir.



Sé que hay otros factores que pueden influir a la hora de ponernos a escribir, como por ejemplo que surja algún problema con tu editorial, pero creo que estos pueden ser los más comunes. Si tenéis más ejemplos, tanto positivos como negativos, estaré encantada de leerlos en vuestros comentarios. Y si os ha servido la entrada tampoco dudéis en comentar y compartir. ¡Nos leemos!

2 comentarios:

  1. Hola :) Aunque no escribo ni nada que se le parezca aparte del blog, si que entiendo lo que significa esa presión aunque como dices, en otros ambitos. Si ese presión te sobrepasa y no supone un factor positivo que te haga intentar sacar lo mejor de ti, te puedes hundir en el fango, bloquearte y no conseguir hacer nada de nada. Creo que a la hora de escribir deben influir miles de factores y que obviamente habrá unos momento determinados donde las palabras fluyan solas, lo mismo ocurre, o al menos a mi, cuando estoy escribiendo una entrada para el blog y luego vuelvo a leerla al día siguiente y ya cambio 20 cosas y así otro día, hasta que termino de pulirla y quedar satisfecho con lo que voy a publicar, cosa que antes no hacía pero que creo que he mejorado un poco. Genial entrada, un besin^^

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    1. De momento no escribo más que relatos y no tengo esa presión, pero sí que llevo un par de años con el PFC de Arquitectura y es para darse golpes contra la pared. Cuando tienes que hacer algo mecánico la presión funciona muy bien, pero en cuanto tienes que pensar, aunque no sea nada artístico, corres el riesgo de bloquearte y que no te cunda nada. Lo he enfocado un poco hacia escritores por hablar en términos literarios (y porque me salió a raíz de un post pro-Martin que no he publicado xD), pero creo que cualquiera puede encontrarse en este punto.
      Gracias por leer ^^ ¡Un beso!

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