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viernes, 12 de agosto de 2016

~Series~ "Stranger Things", o del sueño de la nostalgia, que produce monstruos.


Antes de nada, un poco de música para poner banda sonora a la reseña.

Dicen que Hollywood se está quedando sin ideas, y estoy de acuerdo hasta cierto punto principalmente por la escasez de originalidad en las propuestas cinéfilas de la última década. Pero nos equivocamos al pensar que Hollywood está falto de inspiración, porque ello implicaría que la creatividad estuviera en algún punto de sus ejecutivas prioridades. Hollywood quiere vender, y que nosotros compremos. En este sentido, hay pocas cosas de las que podemos estar seguros al cien por cien en el mundo cinematográfico de hoy en día: la nostalgia vende. Y vende mucho. Podemos sentarnos a analizar los últimos grandes bombazos cinéfilos de los últimos dos años y encontraremos que los “reboots”, “remakes”, “revamps” y secuelas tardías plagan las listas de mayores éxitos en taquilla.

Pero ya filosofaré sobre esto en otro momento más apropiado. Venía hablando de la nostalgia porque la serie de la que os voy a hablar hoy supura recuerdos de la infancia por cada poro de su metafórica piel.

Stranger Things estaba vendida desde el mismísimo momento en que salió a la luz internetera el primer tráiler. Nosotros, los vástagos de los 80 y 90, nos enamoramos al instante del sabor a E.T., Los Goonies o El Club de los Cinco que prometía destilar cada uno de sus fotogramas. La premisa es inteligente porque no depende de una licencia creativa particular, sino que construye su propia mitología cogiendo prestados aquellos elementos que hacían tan especiales las películas de nuestra infancia.

Minipunto para el que adivine la referencia.

Y aunque Stranger Things capitalice en lo que nos es conocido y querido para que nos atrevamos a poner en marcha el primer capítulo, lo utiliza únicamente como gancho para facilitar que nos subamos al carro de lo que de verdad otorga a Stranger Things el rasgo de calidad real: una historia bien contada, intensa y emocionante, capaz de atraparte entre sus brazos y no liberarte hasta mucho después de haberla terminado.

Esto es posible principalmente gracias a un reparto acertado al milímetro en la gran mayoría de los aspectos posibles. La química que muestran las tres generaciones de reparto (la infantil, la adolescente y la adulta) es palpable en todas y cada una de sus escenas, haciendo que los diálogos fluyan con la naturalidad de un manantial cristalino. Pero no puedo hablar del casting sin resaltar el descubrimiento del diamante en bruto que es la actriz Millie Bobby Brown. Su capacidad de comunicación apenas pronunciando un puñado de palabras en los ocho capítulos que abarca la serie es digna de compararse con homólogos adultos que por la misma actuación habrían recibido premios de categoría. Es sorprendente la madurez que esta niña muestra a la hora de interpretar un personaje tan complejo como es el de Eleven, llenando la pantalla cada vez que entra en escena.

Apuntad sus nombres para dentro de unos años.
Pero no sólo nos quedamos con el reparto como elemento loable: la ambientación juega un papel crucial en el conseguir credibilidad para la historia. La estética general grita “los Ochenta” desde la aparición de los primeros títulos de crédito. Incluso las propias tramas secundarias de los personajes recuerdan a aquellas que plagaban los dramas de instituto tan frecuentes en la década.

Tontorrón.
Stranger Things es una serie que intenta por todos los medios posibles hacerse un hueco en nuestro corazón. ¿Fuiste un niño/a al que le costaba encajar en el colegio más allá de tu pequeño grupo de amigos? ¿Se metían contigo los típicos matones populares en clase? ¿Te gustaba juntarte con tus amigos a jugar en casa durante horas con juegos de tablero/rol? ¿Te sentías rechazado/a o apartado/a por el resto de tus compañeros porque eras diferente? Si la respuesta a alguna o varias de las preguntas anteriores es “sí”, entonces Stranger Things probablemente consiga su objetivo.

Tan sólo comentar dos puntos negativos que apenas tiznan el resultado final: Winona Ryder me parece una elección de casting acertada en tanto a que contribuye a ese “80’s feel” del que ya he hablado antes. Fue un rostro muy común en los 80 y 90, cuasi desaparecido en la actualidad, que ahora apunta a un posible resurgir de su carrera. Sin embargo, y teniendo en cuenta lo dramático y central de su rol en la serie, su interpretación no está a la altura de las circunstancias. Lo que debería ser una oportunidad relativamente sencilla de brillar como una madre atormentada que sufre hasta casi la locura por la desaparición de su hijo no acaba de cuajar. Roza lo histriónico. No sentí como creíble su dolor en ningún momento. Cuando precisamente su labor debería sostener el peso dramático de toda la trama, es Millie Brown quien se lo echa a los hombros sin apenas mayor esfuerzo.

¡MAMÁ, QUE TENGO TRABAJO!
El segundo punto es (para mí) cuando el propio Demogorgon sale de entre las sombras y se muestra a plena luz. Quizá el trabajo de efectos especiales debería haber ido más enfocado a lo práctico en vez de al CGI. El bicho en cuestión delata su constitución digital cada vez que se mueve con iluminación plena, sacando al espectador de esa burbuja de credibilidad tan bien conseguida con los elementos ochenteros previamente mencionados.

Holita.
Pasando ahora a comentar aspectos más específicos de personajes/tramas. Como siempre, aviso que procedo a entrar en terreno espoileroso, así que los aventureros avancen con cuidado más allá de las presentes líneas.

Me ha gustado en general el arco de progresión que experimentan todos los personajes, pero en especial el de Hooper (el policía) y el de Steve. Ambos comienzan en una posición poco favorable de cara a la empatía del espectador. El primero se muestra como el jefe hosco y malhumorado que vive entre el más absoluto caos y no parece tener el más mínimo interés por hacer bien su trabajo. El segundo parece limitarse al papel del típico “bad boy” popular que sólo busca introducirse entre las bragas de Nancy.

Aquí hay bicho encerrado.
Ambos se ven arrastrados y superados por la situación con las desapariciones, y su evolución se hace patente conforme la verdad de lo que había ocurrido va esclareciéndose. Hooper acaba haciendo frente al trauma que le había supuesto perder a su hija tomando la iniciativa para salvar al pequeño Will del Upside Down. Steve, por su parte, demuestra que al final sí que siente algo por Nancy enfrentándose a sus amigos, yendo a casa de Jonathan a pedir perdón y uniéndose a ellos en la lucha contra el Demogorgon en vez de huir. De una manera muy inteligente consiguen romper el molde de chico malo con una evolución más que creíble, provocando que me declare “Team Steve” forever and ever.

Y apenas rasco la superficie, teniendo en cuenta cómo queda todo abierto para la segunda temporada que vendrá cuando Netflix así lo desee (pronto, a ser posible. ¿Mañana? ¿Sí?).



¿Es merecedora de un FUCK YES COMO UNA CASA? FUCK YES si naciste en los ochenta/noventa y además no eres un robot sin sentimientos.





Charles D.
Filólogo, lingüista, lector irredimible y cinéfilo/seriéfilo empedernido. Digo muchas tonterías en Twitter (@OrdHum). También escribo si me dejo.

4 comentarios:

  1. Estoy totalmente de acuerdo con lo de Eleven *abrazito, palmadita...* pero a mi el personaje de Joyce me gustó. Mas' partio' el corazón. Craa

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    1. El personaje en sí es bueno, y el guión lo apoya con creces. Quizá soy yo nada más, pero me daba la impresión de que Winona no hacía justicia al papel que tenía delante.

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  2. Hola :) Tengo muchas, muchas ganas de verdad y apelar a mi niño de los 90´s que soy que salga de nuevo a la luz, aquel que soñó con E.T. y vivió las aventuras de los Cinco. Espero ponerme a ello en septiembre, con tiempo para maratonear, que creo que con esta serie será necesario. Un abrazote^^

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    1. Tampoco tendrás que maratonear mucho :) son ocho capítulos nada más, y se hacen MUY, muy cortos :P

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