Hace una semanas, Lola Robles (que para quien no lo sepa,
es mi
autora adoptada) me propuso acompañarla junto a Kika Fumero en la
presentación de Feminismo y anarquismo que iba a hacer en Barcelona. Entre que
es mi hija adoptiva y que había prologado esta selección de artículos de Emma Goldman, no podía negarme.
Yo no conocía a Emma Goldman ni había leído teoría feminista
más allá de hilos de twitter, así que también era una oportunidad de empezar
con ello y conocer el pensamiento de una
mujer que había vivido tiempos interesantes un siglo atrás.
Antes de nada, adelanto que esta no va a ser una reseña al
uso. No voy a adentrarme en el pensamiento de Goldman (para eso ya están el
excelente prólogo de Robles y la introducción de Bruna Bianchi) más allá que
para hacer notar algunos aspectos que me han llamado la atención. Lo que me
gustaría contar es, sobre todo, las reflexiones que he extraído tras la
lectura.
Para empezar diré que la biografía de la anarcofeminista me
pareció de lo más interesante. Goldman huyó de un padre que constituía la
esencia de lo patriarcal a otro país, trabajó en una fábrica, exigió sus
derechos como trabajadora, fue autodidacta, estuvo en prisión y llegó a ser
considerada la mujer más peligrosa de EEUU. Era una mujer pasional, en su vida y en sus escritos, así lo deja
traslucir la traducción de Esther Peñas. Ansiaba inspirar con sus palabras
y sus actos y no temía ofender a los detractores de su persona y el anarquismo.
Hablaba (y escribía) para aquellos que quisieran escucharla, con vehemencia y
decisión, con un discurso coherente.
Eso me hizo pensar en esa expresión tibia del feminismo que
muchas veces nos impregna (me incluyo), con un verdadero apego a lo
políticamente correcto, intentando que nadie se sienta insultado. Quizá tenemos que pensar más a quiénes nos
importa o no ofender y elaborar el discurso a partir de eso (porque
ofender, lamentablemente, siempre vamos a ofender a alguien). Cuando Goldman
habla del anarquismo, no le importa llamar ignorantes a aquellos que prejuzgan
sin interesarse realmente por en qué consiste el movimiento, porque no les está
hablando a ellos. Su público es otro; uno que quiere, como mínimo, escuchar y
entender, aunque luego no comparta su visión.
Hace unos días apareció un artículo en el que Ursula K. Le
Guin llamaba
a los escritores de fantasía y ciencia ficción a escribir alternativas al
capitalismo. Parecía providencial que hubiera aparecido justo después de
haber acabado este compendio de ensayos, puesto que la propia Le Guin había
imaginado una sociedad anarquista en Los
desposeídos (novela que tengo pendiente, por cierto, y que ahora tengo aún
más ganas, si cabe, de leer). Para los que nunca nos habíamos interesado más
allá de los rumores por este movimiento, Goldman da unas pautas que nos hacen
cuestionar los pilares sobre los que se asienta la sociedad. ¿Y si no existiera
la propiedad? ¿Y si no existiera el Estado? ¿Y si no existiera la institución
del matrimonio? ¿Qué supone realmente la libertad? No digo que de repente
tengamos que incluir el anarquismo en cualquier cosa, pero como escritora de
género me parece interesante que se
cuestione prácticamente todo lo que damos por sentado en nuestra vida.
Más allá de eso, me
fascinó el optimismo y la confianza en la bondad del ser humano que supone
ser anarquista. Si validamos este axioma, el sistema se sostiene y es
realizable. Pero, desde luego, conllevaría una deconstrucción completa de lo
que somos y creemos. Si vemos lejos el final del patriarcado, el final de una
sociedad sustentada en la jerarquía vertical y en la posesión parece aún más
lejano. Sin embargo, hasta yo, que me considero bastante pesimista, he de
reconocer que sin un poco de optimismo no se puede ser feminista. Que si por
creer que la meta es inalcanzable nos quedamos de brazos cruzados, nunca estará
más cerca. Y que, desde luego, si queremos algo, el cambio debe comenzar por nosotras mismas, puesto que nadie nos
lo va a regalar.
El hecho de que Goldman sea más dura con las mujeres creo
que responde al hecho de que su feminismo se basaba en sus convicciones
anarquistas, más que en una revisión del patriarcado como haríamos hoy en día.
Por ello las responsabiliza de su propia opresión, sin tener en cuenta que los hombres también deben ceder en su
privilegio para participar del cambio. Aun así, no deja de ser cierto que
la mujer debe creer en su libertad para acceder a ella, aunque el camino para
desalienarse no debería pasar por un ataque tan directo.
Una de las cosas bonitas de este libro es que invita a ser crítico. No sé si lo
recomendaría para alguien no iniciado en el feminismo, aunque es un buen
antídoto para los que creen en el veneno de un feminismo único. Hay corrientes
muy diversas en el movimiento y no tenemos por qué estar de acuerdo con todo lo
que alguien piense. Y, si hay algo esencial, es ese continuo crecimiento del que Goldman hace gala, de estar en
constante evolución.
Como a muchos otros, a
Goldman hay que leerla en su contexto para entender su pensamiento, sobre
todo algunas de las partes más polémicas, pero también para maravillarnos por
la actualidad que tienen muchas de sus opiniones, que siguen a debate hoy día.
Si tenéis curiosidad, os dejo un par de listas de libros feministas, la
mía y la
de Carbaes. Y si tenéis más sugerencias, podéis dejármelas en los
comentarios y las añadiré.
Título: Feminismo y
anarquismo
Autora: Emma Goldman
Traductora: Esther Peñas
Editorial: Enclave de libros
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Año de publicación: 2017
Nº páginas: 231
Precio: 12,00€
Dalayn
Lectora por vocación. Arquitecta por amor al arte. Soñadora de mundos y hacedora de historias. Escribo porque me hace feliz.