He perdido la cuenta de las personas que me han recomendado leer Amanecer, de Octavia Butler, en el último año. Ese aluvión de recomendaciones tiene, como todo, sus cosas buenas y sus cosas malas. Por un lado, me parece fascinante (y creo que a veces infravaloramos) el poder del boca a boca, sobre todo en cuanto a lo de recuperar un clásico se refiere. No hay que olvidar que Xenogénesis fue traducida en la mítica colección de ciencia ficción de Ultramar allá por los años 80 y que hoy en día apenas se puede encontrar en secciones y librerías de segunda mano. Es, por tanto, notable el interés suscitado por una novela descatalogadísima y la capacidad de difusión que dan las redes sociales. Para que luego digan que son el mal.
No obstante, también
tiene su parte negativa, y es que uno llega a dicha novela con unas
expectativas difíciles de cumplir. Me habían dicho que era duro y me suena
tener en mente que cada tomo de la trilogía era autoconclusivo, pero ni lo
primero se corresponde al “duro” al que estaríamos más acostumbrados ni daría
lo segundo como completamente cierto.
Amanecer es duro, sí, pero no en un estilo grimdark ni un estilo El
cuento de la criada. No resulta opresivo (al menos a mí no me lo ha
parecido), porque al narrador no le parece así, pero sí muy indignante. Y tiene
unas reflexiones sobre la identidad
cultura y la violencia de género que pocos me habían advertido pero que
conforman el núcleo de la novela.
Lilith ha sido salvada de
la destrucción de la Tierra. La humanidad entró en guerra (supondremos que será
la III Guerra Mundial) y en un invierno nuclear. En un estado límite, la gente
que aún sobrevivía tenía que luchar contra la radiactividad, el frío, el hambre
y los continuos asaltos. El ser humano estaba a punto de desaparecer. Es
entonces cuando aparecen unos extraterrestres, comerciantes de genes, y llevan
a todos los supervivientes a su gran nave. Lilith es una de ellas y ha sido
elegida para aprender de sus ¿captores? ¿Salvadores? Será entrenada para
sobrevivir en el nuevo mundo que los oankali (que así se hacen llamar) han
resucitado para los humanos… O lo que quede de ellos.
Si recordáis alguna
película sobre colonización (un tema que también tiene mucho que ver en esta
historia) o primer contacto entre culturas diferentes, recordaréis que es
típico realizar un intercambio de regalos. Una parte y otra están interesadas
en intercambiar materias primas exclusivas como signo de buena voluntad y como
principio de una larga y próspera relación. El problema viene cuando una de
esas partes está en una posición de poder y la otra tiene más bien poco que
ofrecer. ¿Qué pueden ofrecer los humanos
a cambio de su supervivencia y la de su planeta? Lo único que a los oankali
les interesa: sus genes.
Los oankali son una
especie cuya piel está recubierta de tentáculos sensoriales: por ellos ven,
oyen, sienten. Tienen tres sexos: macho, hembra y neutro (estos últimos,
llamados ooloi tienen dos extremidades más que ocultan sus genitales). Ellos
salieron de su planeta y han ido evolucionando gracias a la ingeniería
genética. Los ooloi son capaces, gracias a sus tentáculos, de estudiar y analizar la estructura química y
genética de un ser vivo, seleccionar la parte que le convenga y actuar
sobre ella. Así, por ejemplo, pueden detectar un cáncer, extirparlo sin dañar a
los órganos y aprovechar su información genética para, por ejemplo, acelerar la
regeneración celular en caso de haber sido herido. Controlan las reacciones
químicas y cuándo utilizarlas, de forma que toda su nave es un ente vivo que
hace crecer las paredes por estímulos químicos.
No obstante, los oankali
se encuentran con varios problemas para llevar a cabo sus propósitos. El
primero, que dadas las diferencias entre ambas especies, la primera reacción humana ante su visión es pavor y asco. La
segunda, la resistencia de nuestra especie a ser despojados de… ¿de qué
exactamente? Ese es el tema obvio alrededor del que gira Amanecer. ¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿Nuestro aspecto?
¿Nuestros defectos? ¿Nuestras capacidades? Si todo ello queda modificado.. .
¿Seguiríamos considerándonos humanos? Este pensamiento persigue a Lilith
durante toda la novela. Ella se resiste a darles a los oankali lo que piden y
está segura de que el resto de los humanos también lo hará.
No es un tema nuevo en
ciencia ficción. Lo encontramos a menudo cuando se habla de inteligencias
artificiales autoconscientes y similares. Pero en Xenogénesis la perspectiva es mucho más violenta. Porque no es una
cuestión moral que hayamos creado nosotros mismos, sino que nos viene impuesta
por un agente externo. Y eso plantea otra serie de preguntas más hirientes:
¿estamos definidos por la identidad cultura? ¿Qué ocurre cuando una cultura se
quiere imponer a otra? ¿Hay culturas mejores que otras?
Los oankali creen que sí.
De hecho, uno de los defectos que señalan en los humanos es su predisposición
genética a la jerarquización. Algo que quedaría disminuido gracias al
intercambio genético que planean. El resultado de ese intercambio sería mejor
que sus predecesores, todo un regalo que la humanidad debería estar deseosa de
recibir. Pero lo cierto es que no todos están conformes con esa idea.
De ese choque se producen
nuevas reflexiones, menos obvias pero cruciales para entender la profundidad de
esta historia. La primera, a mi modo de verlo, tiene que ver con el tema de la
identidad cultural. Los oankali creen que su modus operandi es el correcto y, por mucho que traten de
suavizarlo, se creen superiores a los seres humanos (después de que nos
cargáramos el planeta y casi nos autoextinguiéramos, no diré que no tienen sus
razones). Eso les lleva a manipular a
Lilith, a llevarla hacia bifurcaciones falsas, a una libertad fingida,
puesto que de las opciones que le ofrecen, siempre hay una claramente mejor que
otra. Debido a eso, observaremos cómo, muy poco a poco, Lilith va aceptando
algunos cambios (porque son mejores para ella), hasta llegar a un punto de no retorno
en que, en cierta manera, sigue siendo
ella, pero los suyos no la consideran humana. La protagonista se encuentra,
sin pretenderlo, en una encrucijada, perdida
entre dos culturas sin pertenecer a la una ni a la otra. No es raro que una
autora estadounidense afrodescendiente incida en este tema en particular.
La segunda reflexión es
posible que a muchos les pueda pasar desapercibida, pero para mí es muy clara
(hola, gafas violeta): Los oankali (en particular, los ooloi) son a los humanos
lo que los hombres a las mujeres. Estos aliens basan su relación con la humanidad en la manipulación y el maltrato
psicológico, en las amenazas veladas y en la supuesta bondad de sus
acciones. Ofrecen una falsa libertad para que los humanos sientan que tienen el
control, cuando no es así. Los oankali lo controlan todo, a pesar de la visión
sesgada de Lilith y su síndrome de Estocolmo. Los oankali violan. Violan porque “tú dices que no, pero tu cuerpo
dice que sí”. No te piden permiso,
porque ellos saben lo que es mejor para ti. Dicen que no están
jerarquizados, que todos son iguales, pero en el fondo los ooloi tienen una
posición privilegiada respecto a los machos y hembras de su especie. Y la
oportunidad que brinda la ciencia ficción es que esto no lo sufre Lilith por ser mujer. Lo sufre por ser humana. Y
lo padecerán también sus compañeros.
Más allá de la
profundidad temática, que da para hablar largo y tendido, quiero señalar que
esta primera parte de la trilogía se puede dividir a su vez en dos partes
(aunque explícitamente son más): Lilith como aprendiz y Lilith como maestra. Me
parece la división más evidente, ya no solo por el cambio de temática (de la
reflexión general sobre ser humano se pasa a concretar mucho más lo referente a
la identidad cultural y la violencia machista), sino por el cambio de ritmo. A
mi parecer, Amanecer tiene una parte inicial y final muy buenas, pero el
inicio de la segunda parte es bastante flojo. No solamente es lento, sino que
la forma de presentar a personajes nuevos no es muy agradecida con el lector.
Lilith tiene que Despertar a un grupo para enseñarles a tolerar a los oankali y
a sobrevivir en la nueva Tierra que han preparado para ellos. Pero si bien
algunos compañeros tendrán cierta relevancia, otros son más ruido de fondo, y
sin embargo Butler dedica varias páginas a presentarlos a golpe de informe. No
está falto de contexto, pero creo que habría sido mucho mejor si contara la
vida de cada uno conforme los saca del letargo, y no todos de golpe.
Por otra parte, la
traducción no le hace justicia. No es que sea mala, pero se nota que el libro
tiene más de 30 años. Hay expresiones confusas o muy literales que ahora están
en desuso y que dificultan en algunos tramos la lectura, aunque en general es
un estilo preciso. Desde luego, en el caso de que alguien quisiera reeditarla, merecería la pena una nueva traducción,
al menos yo lo preferiría a una nueva versión corregida.
Sin embargo, y espero
equivocarme, creo que es difícil que veamos, al menos a corto plazo, una nueva
edición de Amanecer en castellano.
Por dos razones: la bajada de ritmo a mitad puede echar para atrás a algunos
lectores; y que no me parece un volumen autoconclusivo. Entiendo por qué puede
parecerlo: se cierra un ciclo y se puede tomar como una historia en sí misma a
pesar de los cabos sueltos que deja. Pero a mí me han quedado muchas preguntas sin resolver (y sin muchas pistas para
elucubrar sobre ello) y, lo que es más, hay una consecución de hechos que se
prometen varias veces a lo largo de la novela que queda cortada a medias.
Todavía no he leído Ritos de madurez
ni Imago, pero, por el final, me
atrevo a deducir que Xenogénesis es
todo un conjunto y que es toda la trilogía la que tiene el sentido completo, y
una parte es solo una parte.
No obstante, y a pesar de
las pegas que le haya podido poner (no iba a ser perfecta), Amanecer
tiene que leerse. Ya no solo por la importancia de los temas que trata,
sino por la forma que tiene Butler de tratarlos, por todos los matices y
detalles. Es una clásico muy cercano al nivel de La mano izquierda de la oscuridad, no tanto por la prosa, pero si
por todo el debate que puede generarse a su alrededor sobre las culturas y los
roles de género. Por mucho que parezca que habla del pasado, en realidad sigue refiriéndose al tiempo presente.
No hemos escapado de la visión colonial ni la patriarcal, y son este tipo de
historias las que no solo ayudan a abrir la mente, sino que animan a querer
escuchar a la otra parte y a entenderla. Porque por una vez nos hemos sentido
en su piel y no hay nada como la empatía para tratar de hacer un mundo más
feliz para todos.
Título: Amanecer
Autora: Octavia Butler
Traductor: Luís Vigil
Editorial: Ultramar
Editores
Encuadernación: Tapa
blanda
Año de
publicación: 1989
Nº
páginas: 319
Ojalá se cumpliera esa retraducción y nueva edición en algún momento. Han sido tantos comentarios últimamente que termina siendo un libro que apetece leer. Quizá (y sin quizá) gane enteros si se retradujera para su lectura. Fantástica entrada. Un abrazo^^
ResponderEliminarEn realidad no está mal, pero tiene cositas como "echar en falta" que te sacan de la lectura. Ojalá alguna editorial se anime. ¡Abrazotes!
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