Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas. Lo que no suelen decir es que pueden ser
mejores que su antecesoras. Y esto es justamente lo que ocurre con El Portal de los Obeliscos. Jemisin
aprovecha que ya estamos situados y conocemos a gran parte del elenco para atar
cabos y descubrirnos nuevas capas de la Quietud, sorprendiendo e inquietando al
lector. Y, sobre todo, dejándole con una buena lista de preguntas.
La novela comienza casi en el mismo punto en que comenzó La Quinta Estación, pero desde un punto
de vista completamente diferente. Conoceremos
a Nassun, la hija mayor de Essun, que desaparece junto a su padre después
de que este matara a Uche y a la que su madre persigue por medio continente
hasta perderle la pista. Sabremos cómo fue su trasiego en el comienzo de la
Estación hasta unirse a la línea cronológica de Essun, que prosigue la
conversación con Alabastro con la que acabó el volumen anterior.
Así pues, tendremos como personajes principales y con punto
de vista a Nassun, una niña de ocho años que tendrá que aprender a protegerse y
al mismo tiempo agradar a su padre si quiere sobrevivir; a Essun, que deberá
aprender todo lo posible de su maestro si quiere entender la antigua guerra que
se libra en la Tierra Fragmentada mientras se habitúa a la vida en Castrima; y
a otro personaje cuya identidad no
revelaré, pero que no dejará indiferente a nadie.
También conoceremos más a Ykka, Jija o Hoa, pero serán, sobre todo,
la evolución de Nassun y las
revelaciones de Alabastro las que nos tendrán en vilo durante la lectura. La
niña no solo tendrá que adaptarse a cada situación que se le presente, sino
también aprender a controlar sus propios poderes mientras los expande, con el
peligro que eso conlleva. Sin embargo, es su percepción del mundo y sus
necesidades afectivas las que nos destrozarán un poquito. Recordemos que
empieza siendo una niña de ocho años cuya madre ha sido siempre demasiado
estricta y cuyo padre, la persona que más quería en el mundo, la teme y la odia
a partes iguales. Y ella lo sabe. Eso la afectará (cómo no hacerlo) y será gran
responsable de los caminos que elige tomar.
Y es que hay dos ideas clave en esta novela. La primera la
dice nada más empezar: eres las personas
que te han rodeado y que has conocido en algún momento de tu vida. La
autora muestra situaciones en las que este hecho queda patente, como la
búsqueda de Nassun de alguien en quien confiar sin reservas, o el rastro de
Alabastro que Essun ve en ella misma.
La otra idea ya venía de La
Quinta Estación, y vuelve a incidir en ella aunque de una forma menos agresiva:
los orogenes no se consideran personas
de forma oficial. Al igual que los negros no empezaron a considerarse
personas de pleno derecho (y hay quienes siguen sin considerarlos como tales)
hasta hace relativamente poco. Aunque hace ya tiempo de la abolición de la esclavitud
(quizá la semejanza más directa con la institución del Fulcro), la segregación
racial continuó siendo un hecho en muchos países hasta entrada ya la segunda
mitad de siglo XX. Hoy en día sigue habiendo racismo institucional en muchos
países democráticos, mantenido por los prejuicios ya no solo hacia la población
negra, sino hacia cualquier persona racializada en general. Jemisin sigue
utilizando a los orogenes como símil y denuncia de este tipo de situaciones.
Descubriremos más cambios producidos por la Estación (gracias a David Tejera por los burbubajos y la gran traducción), conoceremos la procedencia de los comepiedras, algunas de
sus motivaciones, así como la esencia de los Guardianes, entre otras cosas. La
más importante, como he mencionado antes, la
guerra ancestral que lleva miles de años librándose entre el Padre Tierra y sus
habitantes, aunque la autora es bastante críptica a la hora de explicarlo y
el lector tendrá que ir uniendo los puntos y deduciendo cuáles son los bandos y
quién pertenece a cada cual.
Si el primer volumen de la trilogía era un mazazo, este te
destroza. Serán las relaciones de los personajes, será por cómo la autora
retuerce sus propias normas para dar golpes de efecto, será la propia Estación,
pero el final de la novela, aunque en
parte previsible, me ha dejado con el corazón encogido y, sin duda, con unas ganas terribles de acabar la trilogía.
Creo que Jemisin demuestra que usar estereotipos no tiene por qué ser algo malo
si se hace bien: protagonistas más poderosos que la media, salvar el mundo,
malvados que luchan contra su propia naturaleza. La cuestión es crear un
sistema coherente donde esas acciones que en otros casos nos sacarían de la
lectura, en él resultan lógicas y tienen una razón.
¿Qué destino le deparará a la Quietud en The Stone Sky? Espero que no tengamos
que esperar demasiado para averiguarlo.
Título: El Portal de los Obeliscos (Trilogía de la Tierra
Fragmentada II)
Autora: Nora K. Jemisin
Traductor: David Tejera Expósito
Editorial: Nova (PRH)
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Año de publicación: 2018
Nº páginas: 400
Precio: 20,90€ / 9,99€ (ebook)
Gracias a Nova por el ejemplar
Dalayn Lectora por vocación. Arquitecta por amor al arte. Soñadora de mundos y hacedora de historias. Escribo porque me hace feliz.
Hace
ya algo más de un año que leí La mano izquierda de la oscuridad, de
Ursula K. Le Guin. No hice ninguna reseña, aunque desde luego estuvo entre
mis mejores lecturas de 2016. No la reseñé por varias razones, pero la
principal es que tenía (y tengo) la sensación de que debería releerlo para
comprenderlo en toda su profundidad, y aun así creo que me quedaría mucho por
descubrir.
Esta
novela, enclavada en el llamado Ciclo del Ekumen, narra la llegada de Genly Ai,
humano, al planeta Gueden (o Invierno) para tratar de que se anexione a la
federación galáctica del Ekumen. Los
guedenianos son humanoides con una característica esencial que constituirá
uno de los pilares básicos de la novela: son biológicamente neutros, es decir, solo tienen un sexo determinado en
unos días específicos del mes, lo que se llama kémmer. Durante este periodo, cada individuo manifiesta un sexo u
otro dependiendo del que le haya tocado a su compañero. En principio no pueden
elegir, aunque mediante las drogas pueden inclinarse a manifestar siempre el
mismo sexo durante el kémmer o no
manifestarlo en absoluto.
Estas
características se descubren poco a poco a lo largo del libro. Gran parte de la
especulación se centra en imaginar cómo sería una sociedad no determinada por el binarismo sexual. De hecho, hay
un capítulo enteramente dedicado a este tema a modo de informe: «Capítulo 7. La
cuestión del sexo». Sobre él ya hice una breve lectura en su día, porque me
pareció fascinante:
Aun
así, voy a copiar aquí algunos fragmentos más y a resaltar algunos de los
leídos:
«Considérese:
Cualquiera puede cambiarse en cualquiera de los dos sexos. Esto parece simple,
pero los efectos psicológicos son incalculables. El hecho de que cualquiera
entre los diecisiete y los treinta y cinco años, aproximadamente, pueda
sentirse «atado a la crianza de los niños» […] implica que nadie está tan
«atado» aquí como pueden estarlo, psicológica o físicamente, las mujeres de
otras partes. Las cargas y los privilegios son compartidos con bastante
equidad: todos corren los mismos riesgos o tienen que afrontar las mismas
decisiones. Por lo tanto, nadie es aquí tan libre como un hombre libre de
cualquier otra parte».
«Considérese:
No hay imposición sexual, no hay violaciones».
«Considérese:
No hay división de la humanidad en dos partes. […] Toda esa tendencia al
dualismo que empapa el pensamiento humano se encuentra aminorada, o cambiada,
en Invierno».
«Todas
nuestras formas de interacción sociosexual son aquí desconocidas. […] No se ven
a sí mismos (los guedenianos) como hombres o mujeres. Sí, ni siquiera
alcanzamos a imaginarlo, y ya lo rechazamos como imposible. ¿Qué es lo primero
que preguntamos cuando nace un niño?».
«Esta
recurrencia del pronombre masculino en mis pensamientos me hace olvidar
continuamente que el karhíder (un guedeniano de Karhide, un país del planeta)
con quien estoy no es un hombre, sino un hombre-mujer».
«Uno
es respetado y juzgado solo como ser humano. La experiencia es asombrosa».
Hay
muchas más consideraciones de gran interés, pero creo que esto es suficiente
para las cuestiones que quiero relatar. Como se puede comprobar, gran parte de
los comentarios parten de la sorpresa de un humano (binario) al encontrar tal
panorama en Gueden. Tras leerlos, no es raro que me sorprendiera cuando
encontré hace unas semanas una nota que aparecía en el prólogo de Pamela Sargent
a la antología Mujeres y maravillas
(Bruguera, 1977). Dicha nota reza así:
Hubo
una interesante discusión acerca deLa mano izquierda de la
oscuridadentre Le
Guin y el distinguido escritor polaco de ciencia ficción Stanislav Lem en las
páginas deSF Commentary, una
publicación australiana editada por Bruce R. Gillespie. En un ensayo titulado
«Lost Opportunities», Lem hace las siguientes afirmaciones:
Aunque
sus conocimientos antropológicos son muy buenos, su perspicacia psicológica es
únicamente la justa, y a veces no es ni siquiera suficiente. La señora Le Guin
inventa una creación biológicamente plausible y valiosa como ficción. Se
inventa a «otros humanos» que no solamente se convierten en seres sexuados
periódicamente (ya hemos encontrado antes cosas así en ciencia ficción, incluso
la bisexualidad) sino que (también) se convierten periódicamente en hembras o
en machos durante su período «kemmer» período sexual). Y no se detienen las
cosas aquí, sino que tampoco pueden prever cuál será su próxima encarnación
sexual.
La
autora no ha querido, no ha podido o no ha sabido cómo reflejar la cruel amargura del destino de los
individuos en un sistema semejante. Nos ofrece algunos apuntes a lo largo
de los capítulos, pero no transforma su material antropológico en formas de
vida individuales.
Sin
embargo, imaginémonos a nosotros mismos en la situación de la gente de esta
novela. Dos cuestiones sobre la existencia básica nos saltan a la mente:
1.ª
¿En qué me convertiré durante el próximo período «kemmer» (sexual), en varón o
en hembra? Contrariamente a todas las opiniones estereotipadas, la incertidumbre normal de nuestras vidas,
ya bien conocida por nosotros, se ampliaría dolorosamente a causa de este
indeterminismo sexual. No tendríamos que preocuparnos ya meramente de la
cuestión trivial de si el mes próximo preñaríamos o quedaríamos preñados, sino
que tendríamos que enfrentarnos a toda una nueva clase de problemas psíquicos
acerca de los roles que nos esperarían en uno u otro extremo de la alternativa
sexual.
2.ª
De entre la gente totalmente indiferente que nos rodea, ¿por quién me sentiré
eróticamente atraído durante el próximo «kemmer»? Porque como todo el mundo es
neutro, no podemos determinar nuestro futuro biológico. El cambiante modelo de
relaciones sexuales nos sorprenderá siempre con nuevos y siempre dudosos
cambios dentro del conocido entorno…
Pero
consideremos la cruel ironía del destino: supongamos que una persona mientras
era varón se hubiera enamorado de otra que entonces era hembra durante el
período «kemmer», y que después de algunos meses ambos se conviertan en
«hombres» o en «mujeres». ¿Podemos creer que entonces ambos simplemente
buscarían compañeros (heterosexuales) biológicamente adecuados? Si respondemos
que sí a esta pregunta, no solamente estaríamos diciendo estupideces, sino
también simple y sencillamnte mintiendo, porque sabemos con suficiente claridad
cómo puede formar el poder de condicionamiento cultural-psicológico nuestras
vidas interiores desafiando a nuestros instintos biológicos.
Por
ello, los habitantes de Winter han de
experimentar una gran desdicha e infelicidad, lo mismo que una buena cantidad
de «perversión», a medida que los antiguos «machos» se sintieran cada vez
más atraídos por sus antiguas compañeras «hembras» (tal vez ahora neutras o
machos), y lo mismo cuando, debido a los dictados de sus glándulas, deban
prepararse a jugar el rol femenino. ¡Qué posibilidades crueles, extrañas y
diabólicas puede encontrar ahí un autor! Esas posibilidades esconden en ellas
las raíces de una malignidad que nos heriría por su intencionalidad…
De
la novela extraigo esta verdad acerca de mí (y por ende, de todos los seres
humanos): pese a lo dolorosas que puedan
ser nuestras vidas sexuales, la limitación de nuestra estabilidad es una
bendición, y no una maldición. Claro está que el Karhider (getheniano)debepensar de una forma totalmente
diferente a la nuestra, y nos considerará anormales, como acertadamente señala
la señora Le Guin…
Pero
volvamos a la novela. Estilísticamente, está muy bien escrita. Contiene también
la riqueza y la variedad de las costumbres de una civilización alienígena,
aunque no sea totalmente consistente. Sea lo que sea lo que la autora haya
intentado decirnos, ha escrito sobre un
planeta en el que no hay mujeres, sino solamente hombres (no en el sentido
sexual, pero sí en el social), porque las ropas Karhider, los modos de hablar,
las costumbres y el comportamiento son masculinos. En el alma social, el
elemento masculino ha permanecido victorioso sobre el femenino.
(SF
Commentary, 24 de noviembre de 1971, pp. 22-24. El ensayo original fue
publicado en una revista alemana,Quarber Merkur, n.º
25. Traducido del alemán por Franz Rottensteiner y revisada por Bruce
Gellespie).
En
una edición posterior. Le Guin respondía a las indicaciones de Lem:
La
novela proyectada por Stanislav Lem… es fascinante, tan provocativa como un
relato de Borges. Deseo que Lem pueda escribirla. Yo no hubiera podido hacerlo,
en parte porque la fisiología de «mis»
gethenianos no es la misma que Lem ha creído leer. Las tragedias que él
vaticina están obviadas por el mecanismo «diferenciador» que hace que el
segundo o el más lento de la pareja que entra en «kemmer» desarrolla siempre el
sexo opuesto al del primero o más rápido… La puerta de entrada de la tragedia,
creo yo, es más bien la enorme posibilidad de que dos amantes por largo tiempo
lleguen a desincronizarse: unas pocas horas de diferencia en la extensión de
sus períodos kemmer lo retrasaría por un año. He eludido esa dificultad sin
ninguna vergüenza, y no he hecho más que proveer
a los gethenianos de una sofisticada farmacopea y de unas técnicas de control
del cuerpo altamente refinadas, de forma que pueda imaginarse la solución a
esos desastres.
Lem
no es el primero en acusar a los gethenianos de ser en su totalidad, o al menos
en un 90%, varones… ¿Podría él, o
cualquier otro, hacerme el favor de señalar un solo pasaje o conversación en
los cuales Estraven (un personaje getheniano) haga o diga algo quesolamente
un hombrepodría
hacer o decir? ¿No será que tendemos a insistir en
que Staven y los demás gethenianos son hombres porque la mayoría de nosotros
somos incapaces de imaginar a las mujeres como primer ministro, arrastrando
trineos sobre superficies heladas, etc.? Sé
que el uso del pronombre masculino influye en la imaginación del lector, quizá
de forma decisiva… Alexei Panshin y otros pidieron que inventase un pronombre neutro. Consideré cuidadosamente la posibilidad y decidí que no lo haría.
Este experimento lo intentó ya Lindsay enA Voyage To Arcturusy me suena a preciosismo fallido y
exasperante; trescientas páginas llenas de una cosa así podrían resultar
intolerables. La intransigencia del medio es, después de todo, su placer.
Aunque, posiblemente, pueda hacerse más con el inglés que con cualquier otro
lenguaje que ningún escritor haya tenido la suerte de hablar, no se puede hacer
absolutamente todo con él…
… Dice que sus vestidos son masculinos. ¿Qué
es lo que lleva la gente en los climas realmente fríos? Tomé como modelo a
los esquimales. Estos (tanto hombres como mujeres) llevan, por supuesto,
túnicas y pantalones. ¿Ha intentado
usted alguna vez llevar una falda, larga o corta, con un viento helado y bajo
una tempestad de nieve? Elegí
a un observador terrestre «normal», y varón, como narrador, porque imaginé que
la gente tendría problemas en identificarse emocionalmente con los gethenianos.
En verdad, pensé que muchas personas,
especialmente los hombres, los encontrarían repulsivos. Estaba equivocada y
debería haber tenido más valor. Es mejor transmitir las cosas indirecta que
directamente, a menos que se trate de entregar un mensaje. Yo soy novelista, no
empleada de telégrafos. Lo que yo tenía que decir de los gethenianos pretendí
que surgiera de la imaginación del lector…
(SF Commentary, 26
de abril de 1972, pp. 90-92.)
Creo
que no hay forma más elegante de contestar al señor Lem que la de Le Guin,
ciertamente. Las respuestas a las apreciaciones del escritor polaco se pueden
encontrar con facilidad en los fragmentos que he mencionado de la propia
novela. Y, sin embargo, es decepcionante
ver como ante ciertas cuestiones una mente imaginativa es capaz de cerrarse.
No
le ocurre solo a Lem en los 70. Ocurre hoy, a hombres y mujeres, cuando esta
concepción del género se amplifica. Se puede pensar, dado el ojo humano a
través del cual se mira la sociedad guedeniana, que el binarismo sigue estando
presente dada la relación entre sexo y reproducción que ofrece el kémmer. Sin embargo, y aunque la pareja
monógama es la estructura más común, hay un pequeño fragmento al que no se
vuelve a hacer referencia que reza de la siguiente manera:
«En
las casas de kémmer de las ciudades se forman grupos a veces, y el acoplamiento
sexual puede ser de carácter promiscuo».
Y,
en realidad, no sería raro imaginar que, en una sociedad donde el sexo no
genera roles específicos, se dieran relaciones poliamorosas o no
heteronormativas. La dificultad radica, hoy igual que entonces, en imaginar
realmente las implicaciones que relata
Le Guin de una sociedad sin roles de género. El error de Lem es
precisamente juzgar a los guedenianos y su comportamiento de acuerdo a los
roles de género preestablecido en nuestra sociedades. Y es el mismo error que
cometemos al recibir una educación tránsfoba y binaria.
A
día de hoy, La mano izquierda de la
oscuridad podría ser más rompedora. La propia Le Guin mencionó entonces que
podría haber tenido más valor. Pero tampoco debemos perder la perspectiva. Estamos
hablando de un texto que tiene 45 años, y aun así sigue teniendo plena vigencia
y sigue generando un debate muy similar. Podríamos
discutir hasta qué punto su propuesta se basa en una relación irrompible entre
lo biológico y lo social, pero sería constreñir demasiado un mensaje que
puede ser universal. Lo importante es analizar las ventajas de una sociedad
como la guedeniana y ver si son aplicables a la nuestra.
¿Es
deseable un mundo sin violaciones? ¿Un mundo donde nuestras obligaciones
familiares no dependen del sexo con el que nacemos y podamos disfrutar de la
libertad que eso conlleva? ¿Un mundo donde no se nos exija un comportamiento
determinado, sino ser humanos y nada más? Sin duda es una mejora respecto al
presente, si bien algunos hombres no pensarán lo mismo, pues «nadie es aquí tan
libre como un hombre libre de cualquier otra parte». Pero no hay que olvidar
que el machismo también afecta negativamente al hombre en forma del concepto
patriarcal de masculinidad, donde también se le exigen unos comportamientos que
pueden acabar, por ejemplo, en una mayor tasa de suicidios respecto a las
mujeres (y además de formas más violentas). Le Guin no obvia que el hombre tiene privilegios en una sociedad
como la nuestra que perdería conforme nos acercáramos a la abolición del género.
La cuestión es si los hombres están dispuestos a perderlos en aras del
bienestar común.
Y
más allá, y creo que es donde reside el gran error de Lem, La mano izquierda de la oscuridad nos plantea cómo nos
comportaríamos cuando nuestro género (aunque se trate como sexo en la novela)
es indeterminado o cambiante. Estamos
hablando ya de lo cuir. No creo que los guedenianos sufran de esa ansiedad
que imagina Lem por su indeterminación sexual. Ese es un problema que tenemos
en la actualidad porque se nos pide definirnos de forma binaria: hombres o
mujeres. Pero cuando puedes ser de ambos géneros y de ninguno sin que nadie te
juzgue o te reproche y sin que ello perjudique tu vida, no encuentro ninguna
razón por la que deba ser motivo de tal preocupación.
Podríamos
decir que la sociedad guedeniana está guiada por su biología y pensar que
llegar a un punto semejante es imposible con una biología como la nuestra. Pero
lo cierto es que los humanos superamos
la biología hace mucho tiempo. Los avances tecnológicos y médicos nos han permitido
transformar nuestro entorno de acuerdo a nuestras necesidades y combatir
nuestras debilidades para que no nos procuren la muerte. ¿Por qué entonces se
sigue acudiendo a la determinación biológica en cuestiones como el género o la
orientación sexual? Porque requiere un esfuerzo en el que mucha gente no ve una
recompensa inmediata como ocurre en el caso de un tratamiento médico (y
teniendo en cuenta que algunos ni en los tratamientos médicos creen, con más
razón). Sin embargo, esa no expresión (o
multiexpresión) del género existe, y obviarla es negar una parte de lo que
somos, bien porque no la entendemos o porque nos negamos a aceptarla.
Creo
que una lectura analítica de La mano izquierda de la oscuridad es un
buen ejercicio para maravillarnos ante las posibilidades que ofrece una
sociedad no basada en el sexo y los roles de género, pues además me parece que
Le Guin supo darle coherencia. No era ajena a la respuesta que generaría en los
lectores, ya que la puso en boca del propio protagonista, Genly Ai. Y, sabiendo
también las limitaciones que suponía utilizar el masculino como neutro, criticó
esa visión con frases tan atípicas como «El rey estaba embarazado». No hay nada como nuestras limitaciones para
romperlas en la ciencia ficción, así como no se puede tener una visión
abierta de la evolución social si nos negamos a deshacernos de nuestros
prejuicios.
Dalayn Lectora por vocación. Arquitecta por amor al arte. Soñadora de mundos y hacedora de historias. Escribo porque me hace feliz.
Jose Antonio Cotrina es uno de esos nombres que llevan
rondando entre los autores que me recomiendan desde hace tiempo y aún no había
podido leer (exceptuando su
obra a cuatro manos con Gabriella Campbell). Después de un primer
acercamiento, (gracias a Tres marcianos y medio) ya puedo decir que se ha
colado en los primeros puestos de mi lista de escritores a los que hacer sufrir
entre terribles torturas por cómo juega con los lectores.
La canción secreta del mundo cuenta la historia de Ariadna, una
joven que asiste a la ruptura del mundo que conoce cuando el pasado que ha
olvidado regresa a su presente. Aunque no recuerda nada anterior a su aparición
en un orfanato hace cuatro años, es feliz con su familia y su novio. Entonces
comienza a soñar, un sueño donde siente que la persiguen y la hará cruzarse con
un viejo conocido al que la atan unos lazos más estrechos que los que vinculan
la vida y la muerte.
Hace un par
de meses, hablando con Isa Janis,
empezamos a enumerar las antologías que teníamos pendientes de leer y nos
llevamos las manos a la cabeza. Creo que desde que salió Mañana todavía (Fantascy, 2014) las antologías y los relatos han aumentado considerablemente su
popularidad. Se publican más y, aunque en proporción se siguen leyendo
menos (y, en consecuencia, también se venden menos), hay una oferta mucho más
grande y diversa en el mercado que en años anteriores, si bien las antologías
de Terra Nova coordinadas por Mariano
Villarreal siempre han dado mucho que hablar.
Por algo
tanto ella como Mangrii han querido
hacer el reto 12 meses 12 antologías. Y bueno, la verdad es que me pareció
una gran idea aunque no quería sumarme a saco porque me suelen agobiar este tipo de retos. Pero
viendo que había conseguido leer 10 antologías este año sin comerlo ni beberlo,
quizá no sea tan difícil llegar a las 12 en 2018.
Así que voy
a hacer un poco como Isa, y a poner todas las antologías que tengo
pendientes en mi estantería, además de unas cuantas que me gustaría adquirir y
que intentaré no comprar hasta que me haya bajado un poco la pila (no me lo creo ni yo, pero se intentará). O podéis
hacer como Mangrii, y elegir directamente 12 que seguro que queréis leer.