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lunes, 17 de junio de 2019

~Ficción corta~ Capítulo #6


Esta semana se la dedico a dos novelas cortas de ciencia ficción, muuuuy diferentes entre sí pero ambas muy recomendables. ¿La has leído? ¡Cuéntame qué te parece!



La textura de las palabras, de Felicidad Martínez

Como bien cuenta la propia autora en este cómo se hizo, esta novela corta formó parte de la antología Akasa-Puspa, de Aguilera y Redal (Sportula, 2012), un volumen que exploraba el universo que habían creado estos autores a través de numerosas obras de space opera. Martínez narra el crecimiento y desarrollo de Charni, una niña que pertenece a la sociedad ksatrya. Esta sociedad se caracteriza por estar dividida según el género: los hombres son aguerridos mercenarios y las mujeres trabajan y dan a luz encerradas en el interior de su planeta. Para más inri, cuando solo tienen unos pocos meses, las ciegan. De esta forma, se ven obligadas a recibir toda la información y comunicarla por otros sentidos, principalmente el tacto.

Para quienes hayan leído La mirada extraña, encontrarán similitudes con "Fuego cruzado" por la forma en que desarrolla el lenguaje, plenamente condicionado por el entorno en el que viven. Sin duda este es uno de los puntos fuertes ya no solo del relato, sino de la autora. Sin embargo, la obra es más que el mundo que construye, aunque la trama vaya ligada de forma intrínseca a él.

Las ksatryas se estructuran según una jerarquía y, como en cualquier otra sociedad, esto genera choques entre las integrantes de la misma. Se describe una lucha de poder que la protagonista va descubriendo conforme se hace mayor y que tiene raíces en hechos acontecidos con anterioridad a su existencia. De esa manera, Charni sufre acoso escolar por ser la hija de la líder, y a partir de ahí va descubriendo un pasado familiar que tiene ecos en su presente. Ese pasado familiar es la clave de la historia: el de las ksatryas es un sistema que obliga a las mujeres a permanecer ciegas, no solo de forma literal, para sobrevivir. Algo que, por supuesto, tiene reminiscencias en la sociedad patriarcal en la que vivimos.

De esta manera, La textura de las palabras tiene dos lecturas. Una literal, en la que encontramos un ritmo pausado mientras se desarrolla el universo que construye Martínez y que, justo cuando comienza a haber más acción, queda en suspenso (aunque es un final real si consideramos que la verdadera protagonista no es Charni); y otra más alegórica, en la que queda reflejada la cultura en la que hemos crecido. Las mujeres quedan relegadas a un segundo plano en el que su papel principal es engendrar descendientes; están al servicio de los hombres pero han aprendido a autoengañarse para poder sobrevivir, para lo cual también necesitan manipular la información que transmiten; son frecuentes los enfrentamientos entre mujeres porque, en realidad, son los únicos iguales contra los que pueden hacerlo; ahogan las disidencias porque convivir con la verdad es demasiado duro. Esta lectura ofrece un final mucho más satisfactorio que la primera, en tanto que se entiende como un ciclo que se repite una y otra vez y que perpetúa el sistema. No es un final feliz, pero sí un atisbo de lo bien que maneja la autora el lenguaje y la antropología; de cómo integra los elementos que definen el mundo en la trama, dándole muchísima más consistencia; y, sobre todo, de cómo es capaz de hacer crítica de nuestra sociedad sin señalar con el dedo y dejando al lector completar la historia para que adquiera un significado completo.

Si no has leído nada de Felicidad Martínez, comenzar por Despertares o por La textura de las palabras es una buena idea.


Título: La textura de las palabras
Autora: Felicidad Martínez
Editorial: Cazador de ratas
Encuadernación: Rústica Modigliani
Año de publicación: 2018
Nº páginas: 112
Precio: 7,50€



Los diarios de Matabot I: Sistemas críticos, de Martha Wells

Este no es el libro que yo esperaba leer. Sí, hay un robot asesino que se ha hackeado su módulo de control y prefiere ver telenovelas del canal de entretenimiento, pero no esperaba que la historia discurriera por los derroteros por los que va. En realidad no sé muy bien que imaginaba que encontraría, pero no era un cíborg asocial y retraído con problemas de identidad. Tampoco un equilibrio tan bien llevado entre lo cómico y lo dramático, la reflexión y la aventura, que agiliza aún más una lectura ya de por sí breve.

Además de la personalidad arrolladora de nuestro narrador y protagonista agénero, la historia se centra en la relación de este con la tripulación de un equipo científico que acude a un planeta lejano para una investigación. Matabot es su SegUnidad, la IA encargada de la seguridad del grupo gracias al pack de la aseguradora, una parte imprescindible de cualquier viaje interespacial. Todo lo que tiene que ver con la aseguradora traza una crítica mordaz a algo que ya estamos viviendo hoy en día: la obligación de pago por un servicio pésimo que, al ser también obligatorio, no tienes opción de eludir. Capitalismo en estado puro, vamos, señalado con una buena dosis de humor.

La tripulación se nos presenta de golpe, con una descripción breve de sus miembros y relaciones. Algunos tripulantes (los que más intervienen) se dibujan muy bien a lo largo de la novela gracias a los diálogos, mientras que otros quedan más desdibujados. También depende del interés que Matabot haya puesto en ellos (que no es mucho). La novela, como he dicho, no se centra en ellos, sino en su papel para solucionar el problema en el que se han visto envueltos y en su relación con la SegUnidad.

Es esta relación la que me parece primordial pues, aunque no parece incidir mucho en ella, revela una cantidad de detalles apabullante sobre el mundo en el que se desenvuelve esta saga y uno de los temas principales que trata: qué se considera humano. Esto revela que las grandes corporaciones no son las únicas que conforman el universo conocido, sino que hay otras formas de gobierno ahí fuera.

Lo único que no me ha gustado de la novela es un fundido en negro que hay hacia el clímax, como esa visión de Alice al final de Crepúsculo que resultaba ser eso, una visión. A pesar de ello, en general la valoración es buena. Es cierto, no era lo que esperaba, pero tampoco me ha decepcionado. Entretenida, con una buena dosis de humor ácido y no exenta de reflexiones y temas muy interesantes en la ciencia ficción. Espero seguir leyendo más de esta saga con esta traducción tan bien llevada por Carla Bataller.


Título: Sistemas críticos (Los diarios de Matabot I)
Autora: Martha Wells
Traductora: Carla Bataller Estruch
Editorial: Alethé (La esfera de los libros)
Encuadernación: Cartoné
Año de publicación: 2019
Nº páginas: 150
Precio: 15,90€ / 6,99€ (ebook)




Laura S. Maquilón
Diseñadora, correctora y escritora. Redacto en Revista Windumanoth y Libros Prohibidos. Autora de El pasado es un cazador paciente e Izahi, a tus hijas.

lunes, 10 de junio de 2019

~Reseña~ El cielo de piedra, o un mundo construido bajo la sangre





Esta reseña se adscribe a la iniciativa #LeeOrgullo.

Cuando te enfrentas al último volumen de una saga, pueden ocurrir dos cosas: que lo devores con ansia, deseando saber cómo se resuelve una historia que te ha acompañado durante un buen trecho, o que lo consumas a pequeños bocados, temiendo que se acabe. Incluso puede ser que te ocurran ambas cosas a un tiempo, en esa contradicción tan humana de querer algo y no quererlo a la vez. En esta última tesitura me encontraba yo cuando empecé a leer El cielo de piedra, la multipremiada novela de N. K. Jemisin que cierra la Trilogía de la Tierra Fragmentada, que ya reseñé con anterioridad en La quinta estación y El portal de los obeliscos. Aunque no temía que la historia de Essun se acabara, sino todos los mazazos que podía darme la autora con ella. Porque esta trilogía es un golpe detrás de otro, y esta última novela no ha sido menos.

(Ni qué decir tiene que en esta reseña encontrarás algunos spoilers de los libros anteriores, aunque no desvelo mucho sobre la trama).

La Estación que comenzó cuando se abrió la Hendidura en medio del continente se prolonga ya un par de años. La ceniza cubre el cielo y el suelo, cuesta encontrar suministros, las plantas se marchitan y los animales que sobreviven son todavía más peligrosos. En este contexto, la comu de Castrima tiene que enfrentarse a los últimos hechos acontecidos en El portal de los obeliscos si quiere seguir adelante. Y eso implica enfrentarse a la misma Estación.

Mientras tanto, Essun tendrá que elegir si continúa con sus nuevos compañeros o va a buscar a su hija Nassun, donde quiera que esta se encuentre. Nassun, por su parte, ha llegado a un punto de rotura inimaginable para una niña de diez años y se ha visto abocada a tomar decisiones difíciles que volverían loco a cualquier adulto.

Así empieza El cielo de piedra, pero no creo que los hechos que suceden sean lo más relevante de esta novela. Las alegorías en esta parte son aún más contundentes y fuertes que en las anteriores (supongo que por eso algunos comentarios la catalogan de prescindible). Esto no es un libro de aventuras, es una historia que apela a nuestra empatía, al ser humano en su más pura esencia, que habla de lo mejor y lo peor que somos capaces de hacer. Habla del miedo y la esperanza, del amor, de la soledad, de la incomprensión, del aislamiento, de la maternidad. Y sí, ante todo y sobre todo, habla de racismo, de discriminación, de utilización, de esclavitud, de servilismo, de contradicciones, del respeto a la vida o a la naturaleza. ¿Se puede hablar de todo ello en apenas 400 páginas. De esto y mucho más.


Es difícil entrar en un tema en concreto sin desvelar demasiado, así que comentaré un par de aspectos por encima que me estrujaron ya no el corazón, sino el alma al completo.

En primer lugar, la relación de Nassun y Essun. Essun nunca fue una madre ejemplar para su hija, pero hizo lo que debía para protegerla. Sin embargo, Nassun ha crecido en un entorno sin recibir un cariño verdadero. Es normal, dadas las circunstancias, que se aferre a un clavo ardiendo y que sea capaz de todo por él. En esa situación no se puede prever qué sucederá si la niña y Essun se reencuentran. Es una relación compleja, llena de recovecos y espinas, que Jemisin resuelve de forma brillante. Dura, como no podía ser de otra manera, pero coherente y brillante.

Por otra parte está la relación de Essun con los demás y consigo misma. Lleva tanto tiempo ocultando quién es, tomando decisiones por su propia supervivencia, que tendrá que rehacerse a sí misma si quiere tener una oportunidad de llegar hasta el final. Y eso también duele.

Sin embargo, lo que más duele es la propia historia de los orogenes. Las figuras centrales del relato siempre han sido lo más desgarrador de La Tierra Fragmentada (recuerdo en este punto los nexos y los hijos de Alabastro), y en este punto no lo es menos. Con ello, se entiende el origen de las Estaciones, del sistema del Fulcro, de los Guardianes… el mundo que ha creado Jemisin se basa en algo tan cercano que asusta.


Quizá haya sido que me encontraba en el momento adecuado, la narrativa de la autora con la traducción de David Tejera, los temas y las formas de tratarlos… muchas han podido ser las variables, pero lo cierto es que he leído todo El cielo de piedra con los sentimientos a flor de piel. Desde el primer capítulo hasta el último, pasando por una mitad que, aunque más pausada, no dejaba de destilar una rabia amarga, una crítica constante. «Hay ocasiones en las que lo más importante es el cómo, no solo el resultado final». Y este es el resultado final: aunque al final acabamos reduciendo la realidad a números para poder abarcarla mejor, Jemisin consigue que cada persona cuente. Aunque sean desconocidos, aunque no tengan una relevancia especial, la autora sabe dedicarles el tiempo para que la despersonalización no los elimine de la historia.

En ocasiones sucede que cuando tienes muchas expectativas respecto a una obra, esta te acaba decepcionando. Este no ha sido el caso. El cielo de piedra me ha fascinado, me ha hecho llorar, me ha hecho reír, me ha hecho reflexionar. Y sí, también me ha dejado con ganas de más, de un poquito más. Pero pocas cosas hay dulces en esta historia. Ni siquiera cuando duran para siempre.



Título: El Cielo de Piedra (Trilogía de la Tierra Fragmentada III)
Autora: Nora K. Jemisin
Traductor: David Tejera Expósito
Editorial: Nova (PRH)
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Año de publicación: 2019
Nº páginas: 398
Precio: 21,90€ / 9,99€ (ebook)






Laura S. Maquilón
Diseñadora, correctora y escritora. Redacto en Revista Windumanoth y Libros Prohibidos. Autora de El pasado es un cazador paciente e Izahi, a tus hijas.