No sabía muy bien cómo llamar a este artículo porque va a ser un batiburrillo de cosas. De recomendaciones, de repaso y de intenciones. Tomaoslo como un "Laura vuelve a dar la turra con sus movidas", que al final es lo que hago todo el tiempo, ¿no?
La literaturra
Empecemos por el principio. 2019. Qué infierno de año. No es que haya sido especialmente malo, pero sí especialmente estresante. Volver a estudiar, casarme, trabajar, más todos los proyectos en los que andaba metida... ya podéis imaginar. En verano quise retomar un poco el blog pero me fue imposible. Entre otras cosas, porque julio lo dediqué a comenzar una novela (que ahora mismo está aparcada porque el adulting no me deja seguir). La boda ha pasado, he reducido mi presencia en la Nave Invisible, Libros Prohibidos y Windumanoth, también aparqué la lista de correo (ni hacer spam debidamente puedo ya, aunque estoy planeando una sorpresita para 2020 como compensación... si me da la vida) y aun así desde octubre tengo la ansiedad por las nubes, la concentración por los suelos, he vuelto a morderme las uñas como si no hubiera mañana y se me cae el pelo como no me ocurría desde hacía tiempo. Es decir, bien, lo que se dice bien, no estoy. Tampoco nos asustemos. No estoy deprimida, aunque he tenido algún día malo, de esos de no querer salir de la cama. Al contrario, aunque mi fe en la humanidad es cada vez más escasa, tengo ganas de sacar adelante mis proyectos. Sin embargo, no puede ser todo a la vez.
Tampoco es que todo haya sido malo. Es cierto, solo he conseguido terminar de escribir dos relatos, pero también he publicado dos relatos y una novela corta: «El Mar del Sepulcro» (Actos de Fe, Cerbero), «Vuelve al crepúsculo» (SuperSonic nº 15) e Izahi, a tus hijas (Hati), mi primera incursión en la fantasía juvenil.
No mucho antes había publicado El pasado es un cazador paciente, así que básicamente podríamos decir que 2019 ha sido mi primer año como autora publicada. Tampoco ha sido fácil en ese sentido. No es que esperara gran cosa; ser autora novel en editoriales independientes y sin distribuidora no es la panacea. Las redes sociales engañan mucho, porque el grueso del público está fuera. Y el grueso del público compra en librerías. Si tu libro no está en ellas, no esperes que vayan a la web de la editorial a comprarlo. O Amazon o nada. Tampoco se reseña. Calculo que solo el 10-20% de las compras acaban teniendo una valoración en GoodReads, opiniones aún menos. A las presentaciones de libros van tus amigos o familiares, algún conocido y una señora que pasaba por allí y se queda un rato para ver de qué va el asunto. Todo eso lo intuyes cuando eres lectore, pero hasta que no publicas no te das cuenta de cuánta verdad hay. Y es que la publicación está muy romantizada. Todos los meses sale algún pozo de envidia menospreciando a autores que han publicado porque, según elles, «lo han hecho por enchufe». De acuerdo, publicar, por pequeña que sea la editorial y pocas las ventas, es hacer currículum, un poco de ruido, tener puntos para seguir creciendo. Pero que estáis peleando por una parcela con la que no podéis ni hacer un viajecito de Barcelona a Murcia (os lo digo yo, que he ido en tren, bus y coche y no bajas de los 50€ por trayecto). Por no hablar de que muchas de las convocatorias por las que hay acusaciones son sin remuneración. ¿Estamos loques? Brindo por un 2020 con más apoyo entre escritores, porque eso es lo que nos hace falta.
Con todo, he tenido firmas (¡hasta en Sant Jordi!), una ponencia en el Congreso Visiones de lo Fantástico con Anna Roldós y una mesa redonda en el Encuentro Luminaria de Zaragoza. Además, allí fui finalista del certamen de audiorrelatos por Otra carrera de Alonso que no acaba bien (si preferís leerlo a escucharlo, está disponible en este mismo blog) Fui al Ansible a ver gente bonita y me encontré con Pamela, que vino de Chile en nombre de La ventana del Sur. Y ya por último, hace unos días me enteré de que El pasado es un cazador paciente estuvo a puntito de ser nominada a los Ignotus (¡faltó un voto!), así como mi artículo «Feminismo literario: modalidad difícil». Después de este año de altibajos y de productividad literaria escasa, no podría estar más agradecida por ello, y por todas las oportunidades que me han dado. Quiero intentar muy fuerte quedarme con todas estas cosas bonitas para que el próximo año sea aún mejor.
¿Entonces qué va a pasar en 2020?
No me he retirado por completo de ningún proyecto literario porque creo que puedo seguir aportando cosas, aunque sea de manera más puntual (y porque mis jefes son muy comprensives y buena gente, eso también). Pero sí he decidido dejar las reseñas periódicas a un lado. Este año he leído poco en comparación con los anteriores, lo que significa que no tengo tantas oportunidades para elegir lecturas. Y necesito hacerlo. No porque no me hayan gustado las obras que he elegido este año, sino porque tardo mucho en leerlas, lo que conlleva que luego me cueste más reseñarlas. Y también que tenga poca variedad. Había dejado de leer libros gordos porque tendría que aparcar los compromisos, y lo mismo me ocurría con libros que no eran de género. Eso se va a acabar. Necesito leer ensayos, o clásicos, o los tochos de Sanderson. Con el nivel de estrés que llevo necesito que la lectura vuelva a ser un hobby y nada más, no un trabajo. Volver a reseñar cuando me apetezca (ahora estoy haciendo minirreseñas en instagram, por ejemplo), tomar notas con calma y retomar la escritura.Porque sí, también necesito escribir. Seguro que alguno pone los ojos en blanco, pero es algo que siempre me ha pasado. Noto cuando llevo mucho tiempo sin escribir, y tener un proyecto a medias y no encontrar el momento para retomarlo es agotador. Quiero intentar volver a él a principios de este año, y si veo que no lo consigo volveré a tirar por proyectos más cortos (será por proyectos a elegir). Si luego salen o no salen es otro asunto, pero no pueden quedarse en cuatro notas de libreta.
¿De qué depende entonces de que tenga más o menos tiempo para escribir, si me aparto de los proyectos literarios? Del trabajo. Estoy estudiando diseño (lo que ya me quita bastante tiempo) y soy correctora profesional. Eso es prioritario, porque sin dinero no hay comida, y sin comida no hay Sierpe que escriba cosas. La vida es así.
¿Publicaré algo nuevo? Teniendo en cuenta que en 2019 solo he escrito dos relatos y uno ya ha sido publicado (el de SuperSonic), 2020 pinta desértico a no ser que la suerte me sonría un poco. Pero sería cuestión de las convocatorias para antologías o revistas. Es muy difícil escribir algo más largo (una novela corta o una novela) y que te la publiquen el mismo año sin que te hayan pedido el manuscrito. Así que no hay mucho que esperar.
¿Qué voy a mantener? Como decía, estoy haciendo pequeñas reseñas en instagram de algunos de los libros que leo. O voy comentando libros a trozos, según la longitud. Me gusta hablar de libros y recomendarlos; no quiero renunciar a eso, pero me estoy adaptando a otros formatos que me permitan tener más tiempo para otras cosas. Quizá no guste a todo el mundo, pero hay otros blogueros que hacen análisis excelentes de sus lecturas, con lo que no creo que se me eche de menos. Sigo echando una mano en la Nave Invisible, en Libros Prohibidos y en Windumanoth y voy a intentar mantenerlo también, a no ser que los proyectos se vean beneficiados si me voy. Lo último que quiero es estorbar.
Y, después, lo que venga. Que, entre otras cosas, tiene pinta de ser libros muy interesantes: Una órbita cerrada y compartida, La simiente de la Esquirla, La Compañía Amable 2 o Calculating Stars son algunos de los títulos que más alto apuntan este 2020. Pero no adelantemos acontecimientos. Después de la turra que os he dado deberíamos llegar a lo que seguramente os interese DEBERDÁ, es decir, de 2019 y de libros.
2019 en libros
El cierre
No creo que sea el mejor de la trilogía pero sí que es un digno final. Tan crudo como los anteriores, pero distinto, porque en cada libro Jemisin ha ido hurgando más y más en nosotros hasta dejarte los sentimientos en carne viva. Si todavía hay alguien que no conoce La Tierra Fragmentada, le diré que aunque hay violencia explícita, no es eso lo que te deja por los suelos, sino el ver hasta qué punto puede la humanidad subyugarse a sí misma bajo excusas xenófobas y opresivas de cualquier índole. La autora denuncia lo peor del ser humano, denuncia que el odio genera más odio y que no se puede crear una nueva sociedad sobre sangre. Lo hace a través de personajes que intentan sobreponerse a su rabia y luchar por los demás de la mejor manera que saben. En medio de un mundo colapsado hay dolor, un dolor hondo y desgarrador, pero también esperanza. Y, sobre todo, lo que hay es humanidad, lo que implica contradicciones, equivocaciones, malentendidos. Este libro duele tanto porque es muy real, y ese realismo dentro de la situación fantástica que crea Jemisin es lo que hace que sea una historia firme y coherente hasta el final. Para mí es la mejor trilogía que he leído hasta el momento.
El inicio
Pakminyó, de Felicidad Martínez
Si este libro se hubiera publicado originalmente en inglés, otro gallo estaría cantando en este momento. Tiene aventura, tiene magia, tiene amistad, tiene crítica social, tiene luchas de poder, tiene una civilización con una estructura social diferente a la que conocemos, tiene nombres de sonoridad exótica, tiene combates, tiene ritmo, tiene intriga, tiene colorido... tiene todos los ingredientes para convertirse en un clásico de la fantasía actual. Pero los autores españoles siempre juegan en otra liga. Es una pena, porque se dice mucho que la fantasía es un género agotado donde poco más se puede innovar, pero lo cierto es que Martínez lo hace, y de muchas formas diferentes.
Dejando de lado la raza protagonista y el sistema de magia, que siempre es algo con lo que se juega mucho, la autora sigue la misma medotología que encontramos en su ciencia ficción: una coherencia férrea entre sociedad y lenguaje. ¿Estamos ante una civilización estructurada como un enjambre de abejas? La mayoría de expresiones vulgares que utilizamos se adaptan a ese hecho, y varían también según el lugar donde vivan los personajes. ¿El género y la identidad sexual conforman todo un espectro donde todo está aceptado? Pues gramaticalmente no habrá género marcado a no ser que se exprese el género de los individuos. Y así con todo, aunque estas son las características más notorias.
Otra particularidad es presentar una ambientación difícil de ubicar en un tiempo o un lugar concretos, aunque sin duda hay una gran influencia coreana en la denominación de las familias, así como muchas escenas que beben directamente del anime. Pero lo más interesante es la crítica social hacia un sistema donde hay unos grupos privilegiados y otros oprimidos, la oposición de puntos de vista diferentes, la crítica a los extremismos. Es clave todo lo que hace referencia a la lucha de clase o la alternativa capitalista. También a la tecnificación. Creo que Pakminyó se adelanta en ese sentido a una sociedad automatizada para destacar también el valor de lo manual. Toca un buen puñado de temas de gran relevancia, algunos de forma más sutil, y siempre aprovechándose de las posibilidades del fantástico para llegar mucho más allá de la literalidad. Eso le da a esta obra una cualidad atemporal, si es que la autora mantiene el nivel en las próximas entregas.
El deseado
Las mocedades de Rodrigo, de Almijara Barbero
Llevo esperando desde 2016 a que Almijara publique algo más largo que un relato, y la espera ha merecido totalmente la pena. Fantasía con humor, medievo español ucrónico, queer, sin machismo, con coros celestiales y un flubber ultrapoderoso. ¿Qué más se le puede pedir? La siguiente parte, sin duda.
Me parece muy difícil lo que ha hecho Barbero, no solo por el atrevimiento (¿versionar al héroe más grande de España? ¿Con los tiempos que corren?), sino por la forma de contarlo. Un estilo juglaresco, donde la narración se pierde en detalles, regresa al pasado y vuelve al presente sin que apenas te des cuenta, deleitándote en las frases, por largas que sean. Está lo más alejado posible del estilo actual, pero eso solo lo hace más auténtico. Y encima sabe jugar con ello para hacerlo parte de la tragicomedia que es la historia. Todo está engrasado. Ha sido una delicia.
La sorpresa
Aracnefobia, de Celia Añó
Seré sincera: le compré este libro a Celia porque la conozco de twitter, admiro un montón su energía, su imaginación, sus ganas de hacer cosas. Me la encontré en Sant Jordi en la parada de LiterUp y le compré el libro. No había leído ninguna reseña, aunque había visto alguna pasar por mi TL. Todo bastante discreto (lo normal para una novela corta en una editorial independiente, como decía antes). Lo empecé meses más tarde porque entraba en el rango de los Premios Guillermo de Baskerville.
Me flipó.
En primer lugar, porque no esperaba que alguien como Celia escribiera algo así (por temática y argumento). En segundo lugar, porque no esperaba que alguien como Celia escribiera algo así (es su primera novela corta y no lo parece en absoluto). Y en tercer lugar porque CÓMO ERA POSIBLE QUE LA GENTE NO ESTUVIERA HABLANDO MÁS DE ELLA.
Me alegré muchísimo cuando me enteré de que ganaba finalmente el Premio Guillermo de Baskerville, porque eso significaba que no solo yo había visto una obra muy bien construida, pensada y escrita, y tengo fe en que a raíz de ello más gente pueda conocer a Añó y leer su obra. Solo deseo que esta mujer siga dándonos sorpresas a lo largo de los años.
¡Feliz 2020 libresco!
Y hasta aquí este resumen de 2019. Espero que vuestro año haya tenido menos altibajos y que 2020 esté lleno de lecturas tan apetecibles como las que recomienda Boy with letters (y que tengáis dinero para adquirirlas). Yo seguiré hablando de libros por donde y cuando pueda. ¡Besotes!