Esta reseña se adscribe a la iniciativa #LeeOrgullo.
Cuando te enfrentas al último volumen de una saga, pueden
ocurrir dos cosas: que lo devores con ansia, deseando saber cómo se resuelve
una historia que te ha acompañado durante un buen trecho, o que lo consumas a
pequeños bocados, temiendo que se acabe. Incluso puede ser que te ocurran ambas
cosas a un tiempo, en esa contradicción tan humana de querer algo y no quererlo
a la vez. En esta última tesitura me encontraba yo cuando empecé a leer El
cielo de piedra, la multipremiada novela de N. K. Jemisin que cierra la
Trilogía de la Tierra Fragmentada,
que ya reseñé con anterioridad en La
quinta estación y El
portal de los obeliscos. Aunque no temía que la historia de Essun
se acabara, sino todos los mazazos que podía darme la autora con ella. Porque
esta trilogía es un golpe detrás de otro, y esta última novela no ha sido
menos.
(Ni qué decir tiene que en esta reseña encontrarás algunos
spoilers de los libros anteriores, aunque no desvelo mucho sobre la trama).
La Estación que comenzó cuando se abrió la Hendidura en
medio del continente se prolonga ya un par de años. La ceniza cubre el cielo y
el suelo, cuesta encontrar suministros, las plantas se marchitan y los animales
que sobreviven son todavía más peligrosos. En este contexto, la comu de
Castrima tiene que enfrentarse a los últimos hechos acontecidos en El portal de los obeliscos si quiere
seguir adelante. Y eso implica enfrentarse
a la misma Estación.
Mientras tanto, Essun tendrá que elegir si continúa con sus
nuevos compañeros o va a buscar a su hija Nassun, donde quiera que esta se
encuentre. Nassun, por su parte, ha llegado a un punto de rotura inimaginable
para una niña de diez años y se ha visto abocada a tomar decisiones difíciles
que volverían loco a cualquier adulto.
Así empieza El cielo
de piedra, pero no creo que los
hechos que suceden sean lo más relevante de esta novela. Las alegorías en
esta parte son aún más contundentes y fuertes que en las anteriores (supongo
que por eso algunos comentarios la catalogan de prescindible). Esto no es un
libro de aventuras, es una historia que apela a nuestra empatía, al ser humano
en su más pura esencia, que habla de lo mejor y lo peor que somos capaces de
hacer. Habla del miedo y la esperanza, del amor, de la soledad, de la incomprensión,
del aislamiento, de la maternidad. Y sí, ante todo y sobre todo, habla de racismo, de discriminación, de
utilización, de esclavitud, de servilismo, de contradicciones, del respeto
a la vida o a la naturaleza. ¿Se puede hablar de todo ello en apenas 400
páginas. De esto y mucho más.
Es difícil entrar en un tema en concreto sin desvelar
demasiado, así que comentaré un par de aspectos por encima que me estrujaron ya
no el corazón, sino el alma al completo.
En primer lugar, la
relación de Nassun y Essun. Essun nunca fue una madre ejemplar para su
hija, pero hizo lo que debía para protegerla. Sin embargo, Nassun ha crecido en
un entorno sin recibir un cariño verdadero. Es normal, dadas las
circunstancias, que se aferre a un clavo ardiendo y que sea capaz de todo por
él. En esa situación no se puede prever qué sucederá si la niña y Essun se
reencuentran. Es una relación compleja, llena de recovecos y espinas, que
Jemisin resuelve de forma brillante. Dura, como no podía ser de otra manera,
pero coherente y brillante.
Por otra parte está la
relación de Essun con los demás y consigo misma. Lleva tanto tiempo
ocultando quién es, tomando decisiones por su propia supervivencia, que tendrá
que rehacerse a sí misma si quiere tener una oportunidad de llegar hasta el
final. Y eso también duele.
Sin embargo, lo que
más duele es la propia historia de los orogenes. Las figuras centrales del
relato siempre han sido lo más desgarrador de La Tierra Fragmentada (recuerdo en este punto los nexos y los hijos
de Alabastro), y en este punto no lo es menos. Con ello, se entiende el origen
de las Estaciones, del sistema del Fulcro, de los Guardianes… el mundo que ha
creado Jemisin se basa en algo tan cercano que asusta.
Quizá haya sido que me encontraba en el momento adecuado, la
narrativa de la autora con la traducción de David Tejera, los temas y las
formas de tratarlos… muchas han podido ser las variables, pero lo cierto es que
he leído todo El cielo de piedra con
los sentimientos a flor de piel. Desde el primer capítulo hasta el último,
pasando por una mitad que, aunque más pausada, no dejaba de destilar una rabia
amarga, una crítica constante. «Hay ocasiones en las que lo más importante es
el cómo, no solo el resultado final». Y este es el resultado final: aunque al
final acabamos reduciendo la realidad a números para poder abarcarla mejor, Jemisin consigue que cada persona cuente.
Aunque sean desconocidos, aunque no tengan una relevancia especial, la autora
sabe dedicarles el tiempo para que la despersonalización no los elimine de la
historia.
En ocasiones sucede que cuando tienes muchas expectativas
respecto a una obra, esta te acaba decepcionando. Este no ha sido el caso. El cielo
de piedra me ha fascinado, me ha hecho llorar, me ha hecho reír, me ha
hecho reflexionar. Y sí, también me ha dejado con ganas de más, de un
poquito más. Pero pocas cosas hay dulces en esta historia. Ni siquiera cuando
duran para siempre.
Título: El Cielo de Piedra
(Trilogía de la Tierra Fragmentada III)
Autora: Nora K. Jemisin
Traductor: David Tejera Expósito
Editorial: Nova (PRH)
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Año de publicación: 2019
Nº páginas: 398
Precio: 21,90€ / 9,99€ (ebook)
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