Blog de literatura fantástica

  • Cazadora de sueños

    En Libros Prohibidos podéis leer este relato corto de fantasía oscura. ¡Felices sueños!

  • El pasado es un cazador paciente

    A caballo entre lo onírico y lo distópico El pasado es un cazador paciente es una historia inquietante y evocadora a partes iguales.

  • Días en reflejo

    Un relato corto sobre los pequeños lastres que vivimos las mujeres a diario. Se lee en 10 minutos.

  • Izahi, a tus hijas

    Las izahikaris viven en comunión con la tierra, pero Saha anhela ir más allá, al mundo prohibido bajo las olas. Atrapada entre sus deseos y sus obligaciones, el miedo le impide encontrar la salida. Izahi, a tus hijas, habla de la amistad y del camino para encontrarse a una misma. ¿Será capaz Saha de desafiar las normas para conseguirlo?

  • "El Mar del Sepulcro"

    Ige es diferente. Su mejor amigo ha muerto por ser diferente. ¿Conseguirá encontrar un hogar al otro lado del mar? ¿Podrá convivir con Olu, la inteligencia artificial que odia y siempre la acompaña?

miércoles, 18 de abril de 2018

~Reseña~ Estación Central, o un futuro lleno de posibilidades



Si alguien vio el último episodio de Tres marcianos y medio, pudo comprobar que no era fácil hablar de Estación central. Ni siquiera es fácil definir su formato. ¿Novela antológica? ¿Antología novelada? ¿Relatos entrelazados? Ya os lo podéis imaginar.

La última obra de Lavie Tidhar publicada en España (con la editorial Alethé, traducción de Alexander Páez), está compuesta por trece cuentos que, a modo de capítulos, nos narran fragmentos de la vida de ciertos personajes y las relaciones que los unen. El elemento común a todos ellos es la Estación Central, un gran edificio multifuncional que sirve de conexión con la Tierra y algunas colonias extraterrestres, además de puerto para naves suborbitales, centro comercial, multirreligioso, etc. La Estación es tan caótica como el futuro que recrea el autor en las páginas de este libro, aunque más bien es un orden oculto que se nos revela por partes, por lo que somos capaces de entender el conjunto pero no su funcionamiento completo. La Estación es un personaje más, como ya ocurría en Neverwhere, de Neil Gaiman, o Switch in the red, de Susana Vallejo; aparece de telón de fondo o como escenario, hasta el punto de llegar a personificarse en algunos momentos.

Cada capítulo está escrito desde el punto de vista de un personaje (aunque hay momentos en los que Tidhar rompe sus propias normas e introduce varios puntos de vista con cierta relación entre sí), que nos permite construirlo: conocemos su pasado, sus motivaciones y también cómo se relaciona con otros personajes. Al principio, la sucesión es bastante clara para el lector. En el primer relato, narrado desde la visión de Miriam Jones, aparece Isobel, que será la narradora del siguiente capítulo. Pero el autor no sigue siempre esta pauta. Personajes como Ibrahim o Carmel surgen sin haberlos mencionado previamente.

Hay bastantes personajes con punto de vista (casi tantos como capítulos) y tramas conectadas. Miriam Jones con Boris Chong, Boris y Carmel, Carmel y Achimwene, Achimwene se toca levemente con Miriam, Isobel y Motl, Motl tiene una breve charla con Boris, Ibrahim y Eliezer. Todos son personas no diré vulgares, porque muchos tienen cualidades que los hacen especiales, pero no son gentes destacables; los definiría como trabajadores o vagabundos, más de clase baja que media, habitantes de Tel Aviv a la sombra de la Estación Central.

El autor juzgándote con la mirada

La ubicación es trascendental para entender uno de los mensajes que transmite el escritor con esta historia. Estamos en un futuro (calculo que, como mínimo, 150 años desde la actualidad, quizá unos 200) en el que la humanidad se ha expandido por el sistema solar, creado colonias en Marte, el Cinturón, las lunas de Júpiter o Saturno, incluso recuerdo alguna mención a la nube de Oort. Hay menciones a una guerra, pero esta transcurrió 100 años antes del presente ficticio. Tidhar habla de la ciudad judía y la árabe, se llega a nombrar un muro derribado, pero sobre todo se incide en la diversidad racial que convive en torno a la Estación. Ya nada más empezar la novela nos encontramos con referencias no solo a judíos y árabes de Oriente Medio, también a personas con ascendencia filipina, china, nigeriana y de múltiples lugares de la Tierra que llegaron como refugiados allí. Pero las luchas que nos son tan comunes hoy en día han quedado atrás, ya no hay conflictos bélicos ni chanzas entre los habitantes. Los problemas que los abruman o los pueden enfrentar tienen una procedencia bastante diferente.

Se sobreentiende que la tecnología es en gran parte responsable del estado de paz que se disfruta en el escenario de la novela. El autor imagina un futuro donde casi todos están conectados por un nodo a lo que llama Conversación, un fluido constante de información, canales variados de distinta temática, que llegan más allá del propio planeta. Toda la humanidad está interconectada de forma que se han creado varios planos de relación: el Universo-Uno, lo que entenderíamos como el plano físico/real, y el plano virtual, donde prima lo digital. Me atrevería a decir que incluso este último tiene varios universos de desarrollo. La Conversación sería uno; otro, por ejemplo, sería el Guilds of Ashkelon, la evolución de los MMORPG actuales; otro, sin duda, sería donde se mueven los Otros.


Una vez nombrados los Otros, hemos llegado quizá al mayor enigma que cohesiona y da sentido a este libro. Los Otros son unos entes superiores, puramente digitales (no existen, a priori, en el plano físico), pero que son capaces de interactuar e influir en el Universo-Uno. Se los menciona con asiduidad, con un sentimiento entre el miedo y la reverencia. Y desde el principio se da a entender que tienen mucho que ver con un par de niños algo especiales. Lo más fascinante es que la resolución de esta trama no es del todo cerrada, si es que se puede considerar que algo se cierra en esta historia. Tidhar crea un mundo tan vasto y con tantos detalles y referencias que hay muchos aspectos que se dejan a la imaginación y reflexión del lector. Él pone algunos puntos, pero somos nosotros quienes debemos unirlos y añadir los que faltan, lo que resulta complicado y, a su vez, enriquecedor, pues el tapiz que conforme cada uno será muy diferente del de los demás.

Hay un último tema bastante importante que tiene cierta relación con la multirracialidad que describe. Y es que, al igual que nos muestra personajes de diferente procedencia, el autor también crea nuevas religiones, inventadas, falsas, digitales, derivadas de la tradición judeo-cristiana, que incluso se complementan. Todas conviven y se practican sin ningún tipo de enfrentamiento entre ellas; de hecho, hay una planta de la Estación Central llamada bazar multirreligioso, o un reverendo de la Iglesia Robot que también circuncida niños judíos e incluso se plantea cambiar de religión en un momento dado.

No diría que es una ambientación utópica, pero desde luego es mucho más optimista que gran parte de la ciencia ficción que he leído estos últimos años. Trata el transhumanismo sin tecnofobia; el desarrollo está integrado en la vida de la gente, incluso hallamos relaciones simbióticas o manipulación genética. No deja de haber cierta reflexión ética al respecto, pero no la encontraremos de forma explícita en el texto, sino que deja que sean los lectores quienes opinen sobre los hechos que plasma en las páginas.


A pesar de ser claramente una novela de personajes, estos han sido los que menos me han interesado. Me ha maravillado la estructura, cómo Tidhar articula la información, las temáticas, las críticas a las religiones o el tratamiento de los veteranos de guerra, el trabajo con las lenguas, la terminología (menudo currazo tuvo que pegarse el traductor, en serio), pero los personajes en sí mismos me daban bastante igual. Ni siquiera el mensaje de amor universal que se desprende de sus relaciones me ha hecho apegarme más a ellos. Quizá eso ha salvado que la finalización de algunas tramas (si, ya digo, se le puede llamar finalizar), aunque no me haya gustado especialmente, tampoco me haya creado una sensación de decepción. Porque en el fondo me daba igual. No me atrevería a decir si eso es una virtud o un defecto, si el escritor lo ha hecho a propósito o si solo ha sido mi subjetividad la actuante, pero lo cierto es que, aunque me ha maravillado por muchas razones, en la parte emocional me ha dejado fría.

En definitiva, Estación Central es una historia muy particular, compleja y muy pensada, que sin duda merece atención. Incluso creo que para gente que se dedica a escribir y crear historias, es una gran muestra para analizar y pensar con detenimiento, porque se puede extraer jugo de muchas partes. Para los que se dedican a leer sin más, es un libro con una longitud óptima, un ritmo constante, una prosa que fluye y que invita a dejarse llevar. Aunque la terminología y la información pueden ser abrumadoras al principio, la inmersión es fácil y tiene muchos mensajes sobre los que reflexionar. Desde luego, si queréis leer algo diferente, es una buena novela a la que acudir.


Título: Estación Central
Autor: Lavie Tidhar
Traductor: Alexander Páez
Editorial: Alethé (La esfera de los libros)
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Año de publicación: 2018
Nº páginas: 320
Precio: 18,90€ / 7,99€ (ebook)


Dalayn
Lectora por vocación. Arquitecta por amor al arte. Soñadora de mundos y hacedora de historias. Escribo porque me hace feliz.
Buy Me a Coffee at ko-fi.com

¿Te apuntas a mi lista de correo?

* indicates required
Verificar:

Lo más leído