Blog de literatura fantástica

jueves, 16 de marzo de 2017

~Relato~ Días en reflejo


Actualización 28/05: Para vuestra comodidad, el relato está en Lektu en pago social para que podáis leerlo en el formato que os sea más útil: pdf, epub y mobi. 

¿Quién serás hoy? Apareces desdibujada entre las legañas que aún recuerdan otro mundo. Hoy ha sido un universo amable y la luz reflejada en los azulejos parece ahora más oscura. Te lavas la cara, olvidas el sueño. El tamaño de las ojeras es lo único que diferencia el ayer del mañana. Las manchas no han desaparecido, las incipientes arrugas no se han estirado. Tendrás que pintar la alegría en tus párpados caídos. A la gente no le gusta ver caras tristes.

El armario sigue vacío, aunque en las perchas no quepa nada más. Nunca tienes qué ponerte. Demasiado corta, demasiado larga, esta te hace gorda, aquella dejó de venirte hace tiempo. Demasiado escote, demasiado cuello, demasiado transparente, demasiado ajustada, esta te marca demasiado el pecho, aquella no oculta esos kilos que deberías haber perdido. Las horas de gimnasio nunca son suficientes; deberías ser más estricta con la dieta. A nadie le gusta ver lo poco que te cuidas.

¿Quién serás hoy? Parece que la chica gorda y tímida que no cabe en una treinta y seis. Yo me quedaré en casa, como cada día. Con mis curvas, mis manías, mis defectos. Ser valiente es más fácil cuando estás sola. En ese mundo de brumas que separa los números del calendario. Tras la realidad, en la retaguardia. Para consolarte cuando vuelvas. A ti te toca salir ahí fuera. La de ayer se rindió, la de mañana será otra. Nadie aguanta mucho en este puesto. Disfrázate, tienes que parecerte a ellas. Tapa las ojeras, esconde tu palidez. ¿Sabes? Deberías tomar más el sol, pero no pasees mucho por el parque. Algunos creerán que cobras mucho para lo poco que trabajas.

¿El viento te ha despeinado o has salido así de casa? Ese hombre te está mirando. El sujetador te hace mucho pecho. El taladro te traspasa a pesar de la tensión muscular. Te agarrotas, te encorvas. Intentas desaparecer de tu asiento en un milagroso momento de magia ladeando la cabeza. Aquella chica sí que es guapa, con esas piernas imposibles y el cutis impecable. Deberías aprender de ella, así te querría alguien. Estaría bien tener el cartel en casa. La magia te esquiva, el hombre te sigue mirando. Deberías haberte puesto una camiseta más larga. Van a pensar que vas provocando.

El ascensor huele a limpio, tú transpiras prisas y angustia. Te cuesta recordar una sensación diferente. Se ha vuelto tan natural que la misma caja metálica te oprime y te corta la respiración. Aquí sube la señora González. Recuerda que te cae bien. Sonríe si no quieres un interrogatorio.

—Hola, ¿qué tal? ¿Cómo ha ido el fin de semana?

—Bien… —Tienes que sonar más segura—. Muy bien, sí.

—Ya se nota, esos michelines no parecías tenerlos el viernes, ¿eh? Yo estoy agotada. El bebé ha estado llorando toda la noche porque está enfermo y no he pegado ojo. Ahora lo he dejado con mi madre, que bastante que no me han echado con el embarazo como para estar perdiendo días. Y la vez que Carlos perdió un par de horas por llevarlo al médico le dijeron que por qué no lo llevaba yo. Y así estamos.

Inspira. Sigue sonriendo.

—Ya, así están las cosas…

—Pues sí, ¿qué le vamos a hacer? ¿Y tú? Hace tiempo que no te pregunto por tu novio.

—Mi… ¿mi novio? —Sigue sonriendo—. Cortamos hace unos meses.

—¿Sí? Vaya, no sabía nada. Qué pena. A tu edad deberías casarte ya o se te pasará el arroz con los hijos.

—Sí, bueno, yo… —Sigue. Sonriendo. Y ni una palabra de que no quieres tener niños, ¿entendido?—. Seguro que encuentro alguien.

—Seguro que sí, con lo guapa que eres. Debes tener a los hombres revoloteando a tu alrededor. Esta es mi planta, a ver si quedamos un día para tomar café, ¿sí?

—¡Claro!

Espira. ¿Ves? Ya está. Solo una pregunta incómoda y un par de referencias a tu aspecto. Sé positiva, podría haber sido peor. La caja se ha abierto. Vete. Y no te olvides de sonreír.
Los papeles caen sobre tu mesa con un estruendo.

—¡Aquí tienes la documentación que me pediste! Está un poco desordenada, pero el jefe me ha mandado un par de cosas urgentes y no he tenido tiempo. ¿Te ocupas tú? ¡Gracias! Qué suerte tienes de que el jefe no te venga con urgencias, apenas me deja tiempo para lo mío. ¡Hasta luego!

Podrías cambiar esa cara de pasmada que se te ha quedado. Vale, tiene el mismo puesto que tú y no deberías hacer su trabajo, que bastante tienes con el tuyo. Pero por algo cobra más aunque tenga menos estudios. porque el jefe le manda cosas más importantes, están a punto de ascenderlo. Tú sigue sonriendo y trabaja. O creerán que quieres más de lo que puedes tener.

Qué tarde se ha hecho. Las frías luces de las farolas se reflejan en la chapa de los coches. Llama a mamá, dile que te has tenido que quedar haciendo horas extra. Olvida al tipo que acaba de silbarte; no te eches por esa calle, que hay poca gente y está oscuro.

—No, mamá, ya no me da tiempo a pasarme. Tengo que comprar la cena. Mañana intentaré ir a verte.

—Está bien, pero cógete algo que alimente, que seguro que no has probado nada desde este mediodía. Te estás quedando en los huesos.

—Sí, mamá. No te preocupes. Hasta mañana.

Suspiras. Ya te queda poco. Gira la esquina. Cruza, en esa acera no hay nadie. Te ha visto. Baja la cabeza. Te está mirando. Coge las llaves. Se ha parado. Sigue caminando. Se aleja. ¿Ves? Todo bien, no te ha dicho nada. Seguro que no era a ti. No todos los hombres están tan desesperados.

¡Por fin en casa! Te ves horrible. Despides miedo, derrota. Un halo oscuro parece comerse la tersura de tus mejillas. ¿Día duro? Aquí se estaba bien. Sin ojos que me miren, sin personas que opinen sobre mi aspecto, sin gente planeando mi vida familiar. No tengas envidia. Has aguantado bien. Quizá la valiente seas tú. Yo solo me quedo aquí escondida esperando que la vida cambie sola. Quizá debería salir, enfrentarme al mundo. Aprender a sostenerme por mí misma, por fuertes que sean las manos que me empujen.

Cámbiate de ropa y ponte ese chándal horrendo que tanto me gusta. Y quítate el maquillaje. Déjame entrar. Necesito respirar hondo, llorar si me apetece. Estirar los músculos. O los calambres te endurecerán hasta el corazón. No voy a dejar que te comas esa ensalada que habías pensado hacer para cenar. Después de la conversación con doña bebé y el susto que te ha metido el idiota que ha parado el coche para invitarte a subir te mereces algo mejor. Pero nada. Eso es problema de la que le toque mañana… Si es que la hay. Quizá no debería haber disfraz. Quizá no deberías haber existido nunca. Quizá debería ser yo siempre, más allá de la bruma, más allá de la sombra. No importa. Por hoy, ya no importa. Déjame entrar. Ahora me toca a mí.




Dalayn
Lectora por vocación. Arquitecta por amor al arte. Soñadora de mundos y hacedora de historias. Escribo porque me hace feliz.

7 comentarios:

  1. No te miento si te digo que he terminado con los ojos empañados. Lo siento, quería escribirte un comentario largo y me he quedado sin nada qué decir, sin palabras, solo con el rumor húmedo de mis ojos.

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  2. ¡Hola, preciosa!Me gustó leerte en faceta realista y crítica a la vez. ¡Qué suerte contar contigo como Dama de Color! Besos

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    Respuestas
    1. Pues lo que estaba escribiendo va un poco en esa línea xD A ver si te gusta también :)

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  3. Por los dioses, creo que es lo mejor que te he leído hasta la fecha: un relato bien dosificado que destila rabia, indignación, impotencia y tristeza.

    Hay fragmentos enteros que subrayaría por sentirlos míos, de hecho, el relato entero.

    Felicidades por este gran trabajo :)

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    Respuestas
    1. Jo, qué honorazo que me dediques estas palabras. Muchas gracias <3

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