Blog de literatura fantástica

domingo, 31 de julio de 2016

~Relato~ Memoria a corto plazo


Estoy de pie en mi cocina, pero no sé para qué he venido. No tengo sed ni hambre. Tampoco sueño. Es imposible dormir con todas las lucecitas que entran por las ventanas. No importa que las cierre: se cuelan por las rendijas, por las juntas entre planchas de metal, por mis párpados cansados. Cierro los ojos y allí están, hincándose en mi retina y taladrando mi cerebro con sus brillos de colores, recordándome que estoy encerrado en mi propia casa.

Con el resplandor que entra del exterior puedo leer perfectamente las notitas que rellenan la puerta de la nevera, cada una colgando de un imán que se parece al de al lado lo mismo que una foca y un colibrí. De hecho, hay una foca y un colibrí. El que me los regaló tenía un gusto pésimo para los animales. Dos bestias extinguidas, una con más grasa que pelo y otra que volaba hacia atrás. Tendré que reconocerle un poco de sentido del humor; hay que admitir que, visto así, se parecen a mí.

Las notas apenas dejan ver la puerta. Voy revisándolas, una a una, mirando sin parar el calendario que hay arriba del todo para que no se me olvide en qué día estamos. La mayoría son de días anteriores, no entiendo muy bien por qué no las he tirado ya. Parece que hay una para hoy: "Equipo especial. 8.00 A.M. Lucecitas". Vaya, que por eso están las lucecitas. Porque va a venir un equipo especial. ¿Pero para qué? ¿Y por qué no pueden dejarme dormir?

Miro la hora, pero el reloj está roto. Ni idea de cuándo piensa amanecer. Tendré que esperar. La cocina parece un sitio como otro cualquiera para aguardar a que salga el sol. Me siento en el suelo y miro alrededor. Todo está tranquilo, todo parece estar en orden. Menos esa mancha de allí. ¿Cómo habrá aparecido? Me acerco con cuidado y la toco. Está áspera, reseca. A la luz de los focos diría que tiene ese tono rojizo del tomate chamuscado cuando se te olvida que lo has metido al horno. Echo un rápido vistazo al horno para cerciorarme de que no hay nada dentro. Nunca se sabe.

Vuelvo a observar la mancha. No se ha movido. Eso es buena señal. Con tantos destellos las sombras no paran de cambiar y no puedo estar seguro de nada. Yo y mis problemas de concentración. A veces me harto de ellos. Cuando recuerdo que los tengo, claro.

Una mano me aprieta el hombro y doy un respingo, sobresaltado. Otra me tapa la boca e impide que empiece a soltar improperios. ¡Qué coño! ¡Joder! ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¡No tengo nada de valor! Quizá pueda romper las leyes de la ciencia y que mis pensamientos no pronunciados lleguen a la cabeza de este individuo antes de que me mate. Si es que quiere matarme.

—No grites. Vengo a sacarte de aquí —susurra, dejando de amordazarme.

—¿Cómo has entrado? —le pregunto. Ahora mismo esta cuestión me parece más interesante que las demás—. La casa está rodeada, ¿verdad? No me dejan dormir.

—Por el túnel del sótano. Vamos.

Tira de mi brazo para que me ponga de pie y lo siga. Menuda fuerza tiene. Pero mi testarudez es aún mayor. Sobre todo cuando va acompañada de curiosidad.

—¿Hay un túnel en el sótano?

—Sí. Contaba con que no te acordaras de él. ¡Venga!

Vuelve a tironear de mí, y esta vez lo acompaño. Recorremos la casa a paso ligero, aunque mi visitante parece conocerla mejor que yo.

—¿Vives aquí?

—No, tú vives aquí. Yo solo vengo a salvarte el pellejo.

—¿Me conoces?

Se gira de pronto y chocamos pero conseguimos mantener el equilibrio. Me agarra la mano con fuerza y me la gira.

—¡Au!

En lugar de pedir perdón, saca un dispositivo electrónico e ilumina nuestras palmas. Las mías son gordas y están limpias, al contrario que las suyas, que no se parecen en nada a lo que llamaría "manos de hombre".

—¿Eres una mujer?

—Príncipe azul para ti, princesa. Al parecer no eres el único que se olvida de lo capullo que puedes ser.

—Gracias. Supongo —digo, un poco confuso. ¿Desde cuándo los salvadores se comportaban así?—. Aunque si vas a ser mi príncipe deberías estar bajándome en brazos.

—Sigue hablando y te dejo aquí, caraculo. ¿Quieres mirar? —resopla. Creo que tiene un poco de prisa—. No tenemos toda la noche.

La obedezco. Su tono de voz no me deja otra alternativa. No sé lo que pretende esta mujer, pero me gustaría evitar que me mate. Miro fijamente las palmas de nuestras manos. Dos símbolos gemelos se saludan en la penumbra. Parece que se les da mejor romper leyes físicas que a mí.

—Te conozco —admito, aunque no podría jurar de qué. Pero si tenemos las mismas marcas grabadas en la piel tiene que significar algo. Aunque sea simplemente que compartimos celda alguna vez —. ¿Hemos estado en la cárcel?

La chica suspira y puedo adivinar que está poniendo los ojos en blanco a pesar de que no puedo verle la cara. Vuelve a tirar de mí, tan rápido que tengo que poner toda la atención en mis pies para no tropezarme con nada. Bajamos al sótano, que está plenamente a oscuras. Aquí no llegan las lucecitas. Menudo descanso. Si hubiera recordado que tenía sótano habría bajado yo mismo mucho antes.

—Gracias.

No me responde, sino que se pone a toquetear una pared. Oigo los chasquidos de la madera y un crujido que parece rebotar por toda la estancia y que juraría que ha podido escucharse fuera.

—Espérame aquí —susurra, aunque estoy seguro de que nadie puede oírnos—. No hagas ruido y no hagas preguntas. Volveré enseguida. Mantén esto encendido.

Me da el dispositivo que nos está sirviendo de linterna y observo cómo se acerca a un montón de muebles apilados y se inclina sobre un bulto. Lo coge por debajo de dos asas y lo empieza a arrastrar escaleras arriba. ¿Qué es eso? ¿Está vivo? ¿Qué vas a hacer con él? ¿Por qué no me dejas preguntar en voz alta?

¡Boom!

Diantres, así es imposible que consiga traspasar las barreras lógicas del mundo. ¿Qué ha sido ese ruido?

—¡Corre!

Me engancha de la muñeca y vuelve a tirar de mí. Tengo la sensación de que he visto secuestros menos violentos. Le devuelvo la linterna improvisada justo a tiempo para que ilumine el pequeño boquete que hay abierto en el muro, recubierto de tablas de madera que deben de tener más años que nosotros dos juntos. Nos colamos por él y ella lo cierra de un golpe.

—¿Puedo preguntar ahora qué ha sido eso? —boqueo cuando consigo hallar un poco de aire en mis pulmones.

—Estaba simulando tu suicidio, caraculo. Sigue corriendo.

—Eso hago… ¿Por qué me dices caraculo continuamente? ¿No serás tú la del imán de la foca, verdad?

—¿Te acuerdas del imán? —Se detiene. Esta vez consigo esquivarla a tiempo. El móvil, porque tiene que ser un móvil, le ilumina levemente los rasgos de la cara. Me está mirando con sorpresa. Quizá sea el primer hombre-foca con el que se encuentra.

—Lo he visto ahí arriba hace un rato.

—¿Y te sigues acordando?

Miro alrededor en busca de una cámara oculta. Esto empieza a parecerse demasiado a una broma de mal gusto.

—Claro. ¿Por qué no iba a acordarme?

—Por nada. Caraculo. Ya te compraré otro.

De repente me besa y echa a correr de nuevo. Voy tras ella, cada vez más cansado, tanto de moverme como de que las preguntas se me agolpen en la mente como si fueran gotitas de agua dentro de un globo. En algún momento la presión lo hará reventar y dejaré el túnel perdido de sesos.

Anda. El túnel.

—¿Desde cuándo está esto aquí?

—¡Desde la guerra!

—¿Y eso fue hace mucho?

No me contesta. No sé si porque no quiere o porque la he perdido. Pero no puedo correr más rápido. Las gotas de sudor me resbalan por la cara. No sabía que las focas sudaban.

—Eso es porque están en el agua.

La tenue luz de una farola lejana saca a relucir la nariz respingona de mi príncipe azul, que sujeta una puerta desvencijada y sucia. Parece que el túnel se ha acabado.

—¿Por qué me miras con cara de bobo?

—Porque… Porque… No puedo respirar… Porque… ¡me has leído el pensamiento!

Estoy extasiado. ¡Lo he conseguido! ¡Y tengo testigos! Pero en vez de felicitarme, mi príncipe testigo secuestrador se limita a sonreírme y me estrecha la cara entre sus manos.

—Anda, vámonos de aquí.

Caraculo. Venía que ni pintado. Seguro que se ha quedado con ganas de decirlo.

—¿Por qué?

—Porque ahora estás muerto y tienes que desaparecer. Tengo la moto por allí, vamos.

Me miro de arriba abajo y me toco la barriga. Vale que no me deja verme los pies, pero me parece bastante real.

—¿Por qué me has matado?

—Porque te iban a encerrar —me explica mientras empieza su marcha en la dirección que había indicado.

—¿Y por qué?

—Porque te acusan de haber matado a una mujer en tu casa.

—¿Y no la maté?

—No.

—¿Y cómo lo sabes?

Se gira y me mira con gravedad. Ahora tengo ganas de esconderme detrás de algo. Menudo príncipe azul que se dedica a asustar princesas. Los cuentos ya no son lo que eran.

Creo que no quiere que diga nada más, así que permanezco callado hasta que llegamos junto a una scooter azul. Pedazo de burra. Hasta tengo que ponerme el casco. Lo nunca visto.

—Oye, y eso que arrastrabas antes… ¿era un cadáver?

—Ahora lo es —me contesta con voz grave. Echa un vistazo hacia atrás y yo hago lo propio, pero no veo nada extraño por la calle. Ningún muerto viviente.

—Creo que puedes estar tranquila, no se ha venido con nosotros. ¿Quién era?

Un ruido ensordecedor vela por un instante los sonidos de la noche. La chica ha arrancado la moto y el trasto traquetea hasta que decide por fin empezar a moverse.

—Eso ya no importa —susurra, tan bajito que no sé si lo ha dicho realmente o si mi mente se ha encargado de imaginarlo.

Acelera y la agarro con fuerza, con cuidado de no hacerlo demasiado fuerte, aunque sospecho por la tersura de su piel sobre los músculos tensos que tiene mucho más aguante que yo.  Los chasquidos nos acompañan mientras nos perdemos por la ciudad, en una oscuridad que no recuerdo haber visitado antes, con tonos amarillentos en el horizonte. ¿Faltaría mucho para las ocho?


10 comentarios:

  1. Vale. Esto pide que lo continúes a gritos. ¡A GRITOS, DIGO!
    No puedes dejarme así. No te lo perdonaré.
    Esta frase creo que ha sido clave, me ha permitido ubicarme dentro de la historia "Dos bestias extinguidas, una con más grasa que pelo y otra que volaba hacia atrás.", muy buena.
    SÍGUELA.
    Ya está, ya paro :D
    Noomi.

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    1. Jajajaja son esas pequeñas cositas que salen solas :P Estoy trabajando en ello, me alegro mucho de que te guste ^^ Besazos :)

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  2. Ves como haces bien en hacerme caso. Me ha gustado, pero espero que continué, a mi no me dejes así :)

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  3. Me pareció un poco rollo el principio, lento. Pero a las líneas ya se intensifica la acción y la historia coge interés y sobretodo gancho. Ya sé que daría mi opinión (lo hago ahora), pero es que se me olvidó, la verdad. Craa

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    1. Tampoco había prisa, no te preocupes :D Estas cositas me ayudan para si luego le doy un repaso fijarme más y mejorar, así que muchísimas gracias por tu opinión. Besos :D

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  4. Primera vez por aquí,he caído de rebote por lo del reto y la verdad,estoy gratamente sorprendida. Me ha encantado el relato,aunque como dicen por ahí,me he quedado con ganas de más. :)

    Un saludo,

    Mia

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, Mia ^^ Me alegro de que te haya gustado :D A ver si termino de planificar unas cosas y sigo escribiendo más de esta historia. Nos leemos :)

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