La Carrera no es
una novela para reseñar. Es una novela para lanzar a esos amigos que no saben
qué hacer cuando quedáis. Así podréis disfrutar de largas tardes de debate
tomando el té. Y sí, he dicho tardes,
en plural. Esto no se resuelve en un día. Quizá nunca. La nueva novela de Nina
Allan publicada por Nevsky da lugar a
tantas lecturas diferentes que adherirse a una sola interpretación
significa perder gran parte del mensaje de esta historia. Por eso solo puedo decir
que esta es una de todas esas posibles visiones, las sensaciones e ideas que me
ha ido dejando durante su lectura esta obra tan inquietante como enigmática. Y
que es posible que cada lector tenga una percepción muy distanciada de la mía y
no por ello menos válida.
En la sinopsis se nos habla de tres lugares, tres momentos, tres mujeres. Eso esa a grandes rasgos
lo que vamos a encontrar en el libro. Cinco partes diferentes divididas en
cuatro puntos de vista distintos con tres mujeres como eje principal. La
historia de cada una de ellas tiene lugar en un momento y lugar diferentes. Hasta
ahí, todo correcto. Estructura clara y sencilla, como una pared de ladrillo
erigida con mimo y una buena maestra. Y ahora
es cuando viene Nina Allan y le mete un martillazo mientras nos pregunta
«¿Existen otros mundos?».
Ojo, hay
interpelación, pero no respuesta. La novela es un trabajo continuo por
parte del lector para establecer las relaciones entre las partes, ya que la linealidad se rompe por completo y la
realidad se desdibuja. No es un juego de muñecas rusas ni universos
superpuestos, sino que los planos se
mezclan, se rompen las barreras del tiempo y el espacio y nada, absolutamente
nada, es lo que parece. Más que novela-mosaico, como señala la
contraportada, diría que es una novela-caleidoscopio, con multitud de espejos
que van reflejando personajes y situaciones sin que haya un límite claro entre
lo que nos muestra uno u otro. No es solo un puzzle que recomponer, sino algo
más complejo, porque no sabemos dónde empiezan y acaban las piezas, si algunas
se repiten u otras son desechables. Este juego con las realidades es lo que
hace que La Carrera se califique como
ciencia ficción, pero hay que acercarse a ella libre de prejuicios sobre el
género, porque nos vamos a encontrar
desde elementos que despiertan el sentido de la maravilla hasta el realismo más
sucio.
Allan comienza presentándonos a Jenna, una mujer que vive en Sapphire, una ciudad al sur de
Inglaterra en un entorno contaminado y sacudido por el fracaso del fracking. La
población está empobrecida y se gana la vida como bien puede, por lo general en
negocios ilegales como la droga o las carreras de perros (o relacionados con
ellas). Jenna narra su situación actual y cómo llegó hasta ella, hasta llegar a
un giro que no por haber sido advertido con anterioridad resulta menos interesante.
De hecho, la novela parece arrancar en ese punto y hasta entonces no sabemos
muy bien a dónde nos llevan los vaivenes de la vida del personaje.
A continuación conocemos a Christy, una escritora con una adolescencia difícil asentada en
Hastings. La relación con Jenna es sorprendente, pero lo será aún más con el
paso de las páginas. A priori se puede entender que la parte de Jenna se sitúa
en el futuro y la de Christy en el presente, si bien es un presente algo
anticuado (aún utilizan cartas), y un futuro muy cercano (tienen Primark,
iPhones y este tipo de marcas tan habituales en nuestros días). No obstante,
conforme avanzamos en la lectura y nos adentramos en la segunda mitad del
libro, esos rasgos temporales desaparecen, se traban unos con otros y casi le da un aire a ucronía, con una guerra
pasada pero aún presente en las mentes de la gente.
Esta cita resume bastante bien lo que Allan realiza en esta
novela: coge nuestro mundo y cambia
pequeños detalles hasta conformar uno diferente (o varios). Pero no se
conforma con un futuro marcado por el colapso ecológico como cualquier distopía,
también por uno en que la naturaleza se revela hasta desafiar las leyes de la
física, donde el hombre manipula la vida y es víctima de esa propia
manipulación. La autora nos presenta lo mejor y lo peor del ser humano a través
de los perros biónicos y la capacidad de comunicación y empatía que se puede
establecer entre ellos y quién sabe qué más (otra de esas preguntas que deja
caer). También muestra una sociedad que acepta sin reparos las relaciones entre
personas del mismo sexo, no solo a través de los personajes principales, sino
también de los secundarios, mencionando sin pudor temas que se siguen
considerando tabú hoy en día. Sin embargo, no llega a huir del racismo, el
acoso escolar, el machismo, el maltrato o las agresiones sexuales, y no tengo
muy claro hasta qué punto estas últimas eran del todo necesarias (porque además
me dejó con un mal cuerpo que tuve que dejar aparcada la lectura durante varias
horas en ese punto).
A pesar de la gran variedad de temas que se tratan, los principales son la familia, la
amistad y la identidad, aunque todo va dirigido hacia el último punto. ¿Quiénes somos en realidad? ¿Qué o quiénes
nos definen? ¿Nuestro nacimiento y procedencia? ¿La gente que nos rodea? ¿Los
que se han ido? ¿Somos quienes hemos elegido ser o alguien ha elegido por
nosotros? Allan recorre las vidas de sus personajes para mostrar cómo otras
personas han influido en ellas, su presencia o su ausencia, incidiendo sobre
todo en la posibilidad de una familia tóxica y rota o en la desconexión con
gente que nos era querida. Este punto es
esencial y dota de unidad a toda la obra, ya que será una constante en las
partes. También es su aspecto más humano, el que nos hace conectar con unos
narradores por lo general fríos, alejados de los hechos que cuentan. Esto puede
desconcertar a veces, pero es comprensible dentro del dolor que Jenna o Christy
soportan. Maree (la tercera narradora, que conoceremos en la cuarta y quinta
parte), por otro lado, resulta más cercana, algo que complementa a la
perfección con su naturaleza empática. No deja de resultar curioso la relación
entre los personajes y lo bien que se diferencia la narración de cada una
(curioso y bien hecho, que no es nada fácil).
Los lugares también son tratados como personajes: Sapphire,
Hastings, el océano Atlántico, Brocks; hundimiento,
cárcel, inmensidad, liberación. Quizá esa es la mejor manera de
describir la estructura real de la novela, sin asociar estas sensaciones a
ningún personaje y a todos a la vez. Todos se hunden, se sienten atrapados,
descubren la inmensidad (ya sea de Londres, Sierra Leona, el océano, una isla
al otro lado del mundo) y acaban liberándose y conociéndose mejor a ellos
mismos y sus necesidades.
Nina Allan, autora de La Carrera, Máquinas del tiempo o Tejedora |
La verdad es que tanto la parte de Alex como el último
apartado me han parecido algo prescindibles. Aportan cosas, sí, pero no sé
hasta qué punto la extensión que toman es tan necesaria para dar esas pequeñas
pinceladas que se relacionan con el resto. De hecho, la parte final vuelve a
desajustar las pocas ideas sobre la realidad que ha creado Allan, dejando una sensación de irresolución total.
Para mí, la novela ya se quedaba en la mente antes de esa nueva vuelta de
tuerca, y lo que me ha dejado a final ha sido un poco desinflada.
Las sensaciones que he tenido durante la lectura han sido
contradictorias, entre la maravilla y la sorpresa y, sí, también el hastío. La
novela tarda en arrancar, pero aun así te envuelve en la descripción de
Sapphire, de su presente y su pasado, en los pequeños detalles de la vida de
Jenna, en la deliciosa prosa de Allan y la gran traducción de Carmen Torres y
Laura Naranjo. La obra te acoge, te
acuna y te dispara hacia una carrera de galgos modificados genéticamente
mientras asistes a la locura de un hombre y la impotencia de una mujer. Y la
ansiedad, la ansiedad que te une a los personajes y te empuja a seguir leyendo.
Y de repente se detiene para dar
paso a una realidad diferente, con una relación más o menos clara con la primera.
Un relato que también funciona bien por separado pero en el que la abundancia de detalles empieza a pesar,
y con una temática tan diferente e inesperada que era incapaz de prever para
qué iba a servir (y al final sirve, en cierta medida). Si añadimos que el
realismo sucio no es lo mío, empezamos a tener puntos para empezar a aburrirme.
Y entonces llegamos a la parte de Alex que, voy a ser sincera, no me ha llegado
a interesar lo más mínimo. Porque a
pesar de la importancia (humana) de lo que cuenta, lo veía desconectado del
resto, fuera de la narración.
¿Qué me empuja a leer llegado ese punto? La certeza de que
Maree sí va a tener una relación con lo demás y va a atarlo todo. ¿Lo hace? En
cierta manera. El relato de Maree no
llega a tener el ritmo acuciante del de Janee, pero mantiene una tensión
constante y evoca imágenes fascinantes. Lo he disfrutado muchísimo, quizá
el que más. No importa que no lo ate todo, da material suficiente para
especular, teorizar, y al mismo tiempo da una sensación de final, no cerrado,
pero final. La quinta parte cierra algunos cabos que quedan abiertos en la
cuarta, bien, pero abre una nueva puerta. La autora hace girar la rueda otra
vez en torno a la realidad, sin embargo la impresión de que ya estaba concluida
la novela solo me ha dejado la percepción de que se alargaba más de lo
necesario. ¿Y el ecologismo? Bueno, hay ciertos detalles que remarcan un
desastre ecológico, pero son muy terciarios y no se hace hincapié ni hay una
crítica dirigida a ello. Más bien el centro de la novela es otro, como he
comentado antes.
Imagen del largometraje La vida de Pi |
Seguro que estaré equivocada, pero al final lo que me ha quedado es que hay mucha base experimental en el planteamiento y desarrollo de esta novela, y eso sin duda exige un extra al lector y no la hace apta para cualquier público. Quizá se hubiera beneficiado de un proyecto más sencillo, que no simple: abarcar menos temas, depurar más los detalles, centrarse y explotar más esa multiplicidad de realidades y el engranaje que conforman en el desarrollo de la vida de las personas. En definitiva, quitarle páginas.
Eso no significa que la novela no tenga méritos para ser
recomendada. Creo que el esfuerzo que
requiere merece la pena, por todas las posibilidades sobre las que especula y
por las materias tan humanas que toca. Me he sentido sobre todo cercana a
ese sentimiento de soledad y abandono, cuando el contacto con alguien se pierde
sin saber por qué y no puedes hacer nada para remediarlo. Me ha encantado la
diversidad en la representación y exposición de personas y situaciones no
heteronormativas. Y un tema que no he mencionado, pero que al final acaba
siendo también de gran relevancia en toda la novela y me ha fascinado por cómo
lo propone: la magia de la comunicación y el lenguaje. Ese sentido de la
maravilla que impregna a la ciencia ficción hace que la obra viva y se mantenga
en la mente del lector mucho después de cerrar el libro, mientras que la
corporeidad de los personajes hace que se mantenga en su corazón.
Otras reseñas de interés en:
Título: La carrera
Autor: Nina Allan
Traductoras: Carmen Torres y Laura Naranjo
Editorial: Ediciones Nevsky (Fábulas de
Albión)
Año de
publicación:
2017
Precio: 24€
Gracias a Marian y
Ediciones Nevsky por el ejemplar
Pedazo reseña. Como ayer dije, aquí estoy. Y si, como auguraba, coindimos bastante. Para mi las tres historias "principales" que digamos son muy interesantes, forman un puzle interesante y muy especulativo. La parte de Jenna me encanta, también es la que auna mayor ciencia ficción con ese mundo tras el fracking y los perros bionicos, además de esa trama estilo "thriller" por la que queremos saber como desaparecio. La parte de Christy es de las que tocan hondo, con una tematica realista y más social, me gusto un peldaño menos pero se mantenía. La parte de Maree me parece más liviana, que trata de atar más cabos pero tiene bastante interes. Mi problema viene con la tercera y quinta parte. La de Alex aún busco que más sentido tienen esas 50 páginas que cerrarnos un cabo abierto en la historia de Christy y hablar sobre racismo, no le veo nada más. La última es algo extraño, que nos descoloca todo lo que podiamos haber teorizado en nuestra mente y nos vuelve quizá un poco más locos. Ambas me rompieron por decir la lectura, se me hicieron más tediosas, y encima no obtuve el premio final que esperaba como si resulta con mi querido Mitchell. Y si, la prosa de Nina me parece excelente (al igual que la traducción), los temas que toca son muy interesantes, pero yo quiero mi premio final por intentar buscarle sentido. Como tu dices, es una experimento, y si lo que busca es hacernos teorizar y hablar de ello, lo ha conseguido, ese merito no se le puede quitar. Un abrazo^^
ResponderEliminarGracias, Dani <3 Envidio enormemente tu capacidad de síntesis, créeme XD No sabía ni por donde empezar con la reseña, pero creo que al final no me dejé nada en el tintero. Creo que si hubiera acabado en Maree hubiera sido más redonda, aun teniendo un final abierto, puedes tener teorías plausibles, y en este caso eso parecía más importante. No es así, qué le vamos a hacer. Tengo ganas de leer tu reseña ^^ Besotes!
EliminarHe ido de cabeza a Goodreads para marcarlo xD Me ha llamado muchísimo la atención, la ciencia ficción ya me gusta de por sí, pero cuanto más rara, ¡mejor! Además todos los temas de los que habla me parecen muy interesantes, no creo que tarde demasiado en leerlo ;)
ResponderEliminar¡Un saludo! :D
Tiene un aire muy costumbrista, digamos. Espero que te guste cuando lo leas :) ¡Saludos!
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarSoy nueva por tu blog^¨^
Adoro la ciencia ficción y fantasía y este libro me llama mucho ^^ Espero hacerme pronto con el.
Besitos
¡Hola! Bienvenida :) Espero que lo disfrutes mucho, es un libro diferente, y a mi modo de verlo ahí reside su mayor virtud. Un abrazo ^^
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